ATILIO
A. BORON
Una vez más las “fuerzas de
defensa” del Estado de Israel se aprestan a iniciar una expedición punitiva
sobre la Franja de Gaza. Al igual que la infame operación Plomo Fundido,
lanzada a finales de diciembre del 2008, también ahora el objetivo es destruir
lo poco que ha quedado en pie y podido ser reconstruido de la anterior
incursión israelí.
Según informara un organismo de
derechos humanos de Israel, B’Tselem, el número de palestinos que murieron a
causa de aquella operación ascendió a 1387 personas, de los cuales por lo menos
774 eran civiles, aunque se estima que su número podría ser sensiblemente
mayor. Del lado israelí se contaron diez soldados muertos y no se reportaron
víctimas civiles.
El detonante de la situación
actual fue el “asesinato selectivo” del jefe militar de Hamas en Gaza, Ahmed
Yabari. En esta supuestamente “quirúrgica” operación militar los daños
colaterales fueron considerables: no sólo falleció el asistente de Yabari y una
niña que se hallaba en las proximidades, sino que hubo un centenar de heridos
producto del estallido del cohete disparado por la aviación israelí en contra
del automóvil en que se desplazaba la víctima. Los lectores pueden apreciar por
sí mismos la brutalidad de la operación, ejecutada en plena vía pública, en
http://www.youtube.com/watch?feature=pla yer_embedded&v=P6U2ZQ0EhN4
¿Cómo sigue esta tragedia? Por
los preparativos de Israel y el aumento en el número de reservistas movilizados
todo hace suponer que sus tropas procurarán no sólo destruir a Hamas, sino
también ocupar en su totalidad la Franja de Gaza, y según los resultados
militares que se obtengan de esta aventura (no ajena a las elecciones generales
que tendrán lugar en Israel el próximo 22 de enero), no habría que descartar la
posibilidad de que ese pequeño territorio en el que se hacinan más de un millón
y medio de palestinos en poco más de cuatro mil kilómetros cuadrados sea
definitivamente incorporado al Estado de Israel.
La desproporción de fuerzas
militares es tan abrumadora como la que existe entre las víctimas de uno y otro
bando, y el permanente aval de la Casa Blanca al gobierno israelí, ratificado
una vez más luego del asesinato de Yabari, ha envalentonado a sus sectores más
reaccionarios. No es de extrañar que dos “estados canallas” como Estados Unidos
e Israel (y lo son porque sistemáticamente desobedecen las resoluciones de las
Naciones Unidas) se confabulen para el crimen.
Un crimen que, como lo asegura
con razón el diario israelí Haaretz, constituye un serio error estratégico,
porque lo único que se logrará es reemplazar a un líder militar por otro, pero
al precio de convertir al sur de Israel en una zona de guerra y desencadenar
una “escalada de violencia” cuyo principal efecto será “deteriorar la situación
en toda la región”.
Una operación militar, en suma,
grávida de consecuencias que trascienden con creces el conflicto entre
israelíes y palestinos y, si tenemos en cuenta lo que está ocurriendo en Siria
y la enfermiza obsesión de Tel Aviv por atacar a Irán, puede terminar en una
conflagración bélica de incalculables proporciones que modifique, en una
dirección por ahora imprevisible, el tablero de la geopolítica mundial.
* Director del PLED, Centro Cultural de la
Cooperación Floreal Gorini.
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