PEPE ESCOBAR
Desde inicios de los
años 80, la inteligencia militar de EEUU diseño un plan para crear una vasta
red de combatientes islámicos fundamentalistas contra la Unión Soviética que
venía de invadir Afganistán. La mano derecha del Pentágono en Afganistán en
aquella época fue Osama bin Laden quien recibió la más grande suma de dinero en
la historia de operaciones secretas de insurrección y sabotaje. Desde entonces
los EEUU continúan fomentando y manipulando a grupos de mercenarios islámicos
fanáticos que utilizan a su conveniencia para sus planes militares y que les
otorga una cobertura política. Siria se inscribe como una víctima más en esta
vieja tradición de guerra secreta con fines geopolíticos.
Entonces habló
marcialmente Bashar al-Asad –por primera vez en siete meses– y culpó, como era
de esperar, a los «terroristas» y «títeres occidentales» de la guerra civil
siria.
El Ministro de
Exteriores turco, Ahmet Davutoglu, el de la política de «cero problemas con
nuestros vecinos», comentó que Asad solo lee los informes de sus servicios
secretos. Estás bromeando, Ahmet; puede que Bashar no sea un Stephen Hawking,
pero es seguro que sabe dónde están sus agujeros negros.
Asad, además, tiene un
plan: un diálogo nacional que lleve a una carta nacional –que sea sometida a
referéndum– y luego un gobierno ampliado y una amnistía general. El problema es
quién va a compartir tanta felicidad embotellada, porque Asad descarta
totalmente a la nueva coalición opositora siria así como al Ejército Libre
Sirio (ELS), describiéndolos como bandas reclutadas por el extranjero que
reciben órdenes de potencias extranjeras para implantar una agenda suprema: la
partición de Siria.
A pesar de todo, Asad
tiene un plan. Primera etapa: todas las potencias extranjeras que financian a
los «terroristas» –como el complejo Organización del Tratado del Atlántico
Norte-Consejo de Cooperación del Golfo– deben dejar de hacerlo. Ya es un
importante factor negativo.
Solo en una segunda
etapa el ejército sirio cesaría todas sus operaciones, pero se reserva el
derecho a responder a cualquier –inevitable– «provocación».
EE.UU. aplaude la toma
de una base aérea por rebeldes sirios.
En el asedio de la
base de Taftanaz participó una organización considerada por Washington como
terrorista.
El plan de Asad no
menciona lo que pasará con él mismo. Lo único en lo que las múltiples
tendencias de la oposición están de acuerdo es en que «el dictador debe partir»
antes de que tenga lugar cualquier negociación. Pero quiere ser candidato a su
propia sucesión en 2014.
Como si esto no fuera
un inmenso «detalle» que torpedea todo el edificio del actual mediador de la
ONU Lakhdar Brahimi, todavía existe el punto crucial de que Brahimi insiste en
que se incluya a la Hermandad Musulmana (HM) en un gobierno de transición
sirio. Brahimi tendría que saberlo mejor. Es como si la ONU rezara por un «pase
Avemaría», es decir, la abdicación voluntaria de Asad.
No se trata de Tora
Bora
Si queréis saber lo
que pasa realmente en Siria, basta con escuchar al secretario de Hizbulá, el
general Jeque Nasralá. Dice las cosas tal como son.
Y luego tenemos lo que
Ammar al-Musawi, el número 3 de Hizbulá, –su ministro de Exteriores de facto–
dijo a mi colega italiano Ugo Tramballi. El más probable escenario post Asad,
si existe, «no será un Estado unitario, sino una serie de emiratos cerca de la
frontera turca, y alguien que proclame un Estado islámico». La inteligencia de
Hizbulá –la mejor existente respecto a Siria– insiste: «un tercio de los
combatientes de la oposición son extremistas religiosos, y dos tercios de las
armas están bajo su control». El resultado neto, se trata de una guerra
occidental por encargo, en la cual el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG)
actúa como «vanguardia» de la OTAN.
Mis lectores ya lo
saben desde hace tiempo, tal como conocen la falacia de las placas tectónicas
en movimiento de autocracias del CCG promoviendo la «democracia» en Siria.
Mientras la Casa de Saud, bendita por la geología, ha sobornado cada grano de
arena a la vista para inmunizarse contra el menor atisbo de la Primavera Árabe;
en Kuwait, por lo menos, los vientos del cambio están obligando a la familia
Al-Sabah a aceptar un primer ministro que no es un títere del emir. Sí,
petromonarcas; tarde o temprano caeréis todos.
En cuanto a los que
ignoran a Musawi, lo hacen a costa de su propia seguridad; la reacción es y
será inevitable, «como en Afganistán», agrega Musawi, «Siria no es Tora Bora;
está en la costa del Mediterráneo, cerca de Europa». Siria en los años 2010 es
el remix afgano de los años ochenta con una reacción exponencial incluida.
Y para los que siguen
a ciegas a los ciegos repitiendo que Hizbulá es una organización «terrorista», Hizbulá
está cooperando estrechamente con la ONU –en el terreno con más de 10.000
cascos azules, bajo el comando del general italiano Paolo Serra– para mantener
el sur del Líbano libre de contaminación de la guerra civil siria.
El dictador vuelve a
caer
No es sorprendente que
esa pandilla variopinta identificada como «oposición siria» haya rechazado a
Asad en bloque. Para la Hermandad Musulmana –el autoproclamado poder en espera–
es un «criminal de guerra» que debería ser juzgado. Para Georges Sabra,
vicepresidente de ese brebaje estadounidense-catarí, la Coalición Nacional, las
palabras de Asad fueron una «declaración de guerra contra el pueblo sirio».
Predeciblemente, el
Departamento de Estado de EE.UU. –antes de estar bajo control de John Kerry–
dijo que Asad está «lejos de la realidad». Londres dijo que todo era hipocresía
y lanzó de inmediato otra conferencia «secreta» de dos días para esta semana en
Wilton Park en West Sussex, mezclando a miembros de la coalición con la
acostumbrada bandada de «expertos», académicos, funcionarios del CCG y «agencias
multilaterales». El espectacularmente patético Secretario de Exteriores del
Reino Unido, William Hague, tuiteó –por la enésima vez– que la «salida de Asad
del poder es inevitable».
Sin embargo, la
realidad en el terreno dice que Asad no se irá a ninguna parte en el futuro
previsible.
En cuanto a las
afirmaciones británicas de que «la comunidad internacional puede suministrar
apoyo para una futura autoridad de transición», eso no llega muy lejos entre
sirios informados cansados de la guerra que saben que esta guerra ha sido
financiada, provista y ampliamente coordinada por Occidente, o sea por el
componente OTAN en el complejo OTAN/CCG.
Huelen una rata
–occidental– en la obsesiva caracterización de todo en Siria como una guerra
sectaria, al ver que numerosos suníes influyentes se han mantenido leales al
gobierno.
Huelen una rata
–occidental– cuando miran hacia atrás y ven que todo este asunto comenzó
precisamente cuando el gasoducto Irán-Irak-Siria de 10.000 millones de dólares
(soslayando crucialmente al miembro de la OTAN, Turquía) tenía una probabilidad
llevarse a cabo. Esto habría representado un importante auge económico para una
Siria independiente, algo impensable en lo que respecta a los intereses
occidentales.
El gobierno de Obama
2.0 –e Israel– se sentirían más que cómodos con la HM en el poder en Siria,
siguiendo el modus operandi egipcio. La Hermandad promueve la idea de un
«Estado civil»; basta con ver las pocas «áreas liberadas» de Siria para
detectar la civilidad rebelde introducida en la Sharía dura y las
decapitaciones correspondientes.
Lo que en realidad
quieren el complejo OTAN/CCG e Israel es un modelo yemení para Siria; una
dictadura militar sin el dictador. Lo que están logrando en su lugar, para el
futuro previsible, es el Paraíso Yihadista.
Hace casi un año, el
número uno de al Qaida, Ayman al-Zawahiri, llamó a todos los suníes de la línea
dura desde Irak y Jordania al Líbano, Turquía y más allá a viajar a Siria y
aplastar alegremente a Asad.
Por lo tanto han
estado llegando, incluyendo –como en Afganistán– a chechenos y uigures y
asiáticos del Sudeste, uniéndose a todo, desde el ELS a Jabhat al-Nusra, la
principal milicia asesina, que cuenta ahora con más de 5.000 yihadistas.
Un informe publicado
esta semana por la Quilliam Foundation, el grupo de contraterrorismo basado en
Londres, confirma el rol de al-Nusra. El principal autor del informe, Noman
Benotman, es un antiguo yihadista libio con muy buenas relaciones con
al-Zawahiri y el difunto «Gerónimo», también conocido como Osama bin Laden.
Al-Nusra es en
realidad una filial siria de al Qaida en Irak (AQI), la marca terrorista del
difunto Abu Musab al-Zarqaui, también conocida como Estado Islámico de Irak,
después de que Zarqaui fue incinerado por un misil estadounidense en 2006.
Hasta el Departamento de Estado sabe que el emir de AQI, Abu Dua, dirige AQI y
Al-Nusra, cuyo propio emir es Abu Muhammad al-Jawlani.
AQI facilita el ir y
venir de comandantes iraquíes –con mucha experiencia combativa en el terreno
contra los estadounidenses– a áreas conflictivas en Siria, donde sirios,
iraquíes y jordanos de al-Nusra también hacen funcionar los teléfonos para
obtener financiamiento de las fuentes en el Golfo. Al-Nusra quiere –qué otra
cosa iba a ser– un Estado islámico no solo en Siria sino en todo el Levante. Por
el momento, mantiene un régimen de tensa colaboración/competencia con el ELS
(el “Ejército Libre Sirio”).
¿Qué nos espera? La
nueva Coalición Nacional Siria es un chiste. Esos bastiones de la democracia
del CCG están ahora totalmente asustados ante el tsunami yihadista. Rusia trazó
la línea roja y la OTAN no se atreve a bombardear; rusos y estadounidenses
discuten ahora los detalles. Y tarde o temprano Ankara verá lo que viene y
volverá a una política que por lo menos minimice los problemas con los vecinos.
Asad vio El Gran
Cuadro, evidentemente, de ahí su discurso «confiado». Ahora es Asad contra los
yihadistas. A menos, o hasta que la nueva CIA bajo el Terminator John Brennan
se lance a la escena (de la guerra en las sombras) con sus aviones sin
tripulación.
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