Ignacio Ramonet
El año 2013 ha comenzado, en Francia y
en la región del Sahel, al son de los cañones. El 11 de enero, el
presidente François Hollande, envió urgentemente a Malí un cuerpo
expedicionario para detener un ofensiva yihadista que amenazaba con
abalanzarse sobre Bamako. De manera simultánea, en Somalia, las fuerzas
especiales francesas lanzaban una operación para intentar rescatar a un
agente secreto tomado como rehén desde hacía tres años por las milicias
islamistas shabab, que terminó en fiasco. Unos días más tarde,
cerca de la ciudad argelina de In Amenas, en la frontera con Libia, un
comando salafista ocupaba un complejo gasístico y ejecutaba a varias
decenas de extranjeros antes de que Ejército argelino lo aniquilara.
De un extremo al otro, repentinamente,
el Sahara está ardiendo. ¿Cuáles son las causas de tal situación? En
primer lugar se halla la reivindicación nacionalista tuareg. Los
tuaregs, u “hombres azules”, no son ni árabes ni bereberes. Son los
habitante históricos del Sahara, del que controlan, desde hace miles de
años, las rutas caravaneras. Pero el reparto entre las potencias
coloniales fragmentó su territorio a finales del siglo XIX. Y cuando las
independencias, en los años 1960, los nuevos Estados saharauis les
negaron el reconocimiento, aunque sólo fuera el de una autonomía
territorial.
Razón por la cual, concretamente en el
norte de Malí (denominado Azawad por los tuaregs) y en Níger, los dos
países donde se sitúan las principales comunidades tuaregs, aparecieron
muy pronto movimientos armados de reivindicación nacional. Se produjeron
grandes rebeliones tuaregs en 1960-1962, después en 1990-1995, en 2006 y
de nuevo en 2007. En cada ocasión, conducidas por los Ejércitos
maliense y nigerino, las represiones fueron feroces. Huyendo de las
masacres, numerosos combatientes tuaregs se enrolaron entonces, en
Libia, en el seno de la Legión tuareg del coronel Muamar el Gadafi…
La segunda causa de la situación actual
se encuentra en la guerra civil argelina de principios de los años 1990.
Tras la anulación de las elecciones de diciembre de 1991, virtualmente
ganadas por los islamistas del Frente Islámico de Salvación (FIS), esta
guerra vio enfrentarse a las Fuerzas Armadas argelinas contra los
insurgentes del Grupo Islámico Armado (GIA). Una organización muy
aguerrida en la que había numerosos combatientes que volvían de
Afganistán –Ronald Reagan los calificó de “Freedom fighters”– donde,
junto a los muyaidines, habían hecho la guerra a los soviéticos con el
apoyo de Estados Unidos… El conflicto argelino costó la vida a unas
100.000 personas. Terminó con la victoria de las autoridades argelinas y
la rendición de las guerrillas islamistas. Sin embargo, una fracción
disidente, el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC),
decidió proseguir la lucha armada. Acosado por las fuerzas argelinas,
buscó entonces refugio en la inmensidad del Sahara, prestó lealtad a
Osama Ben Laden y a Al Qaeda en 2007, y adquirió el nombre de Al Qaeda
en el Magreb Islámico (AQMI). Sus principales acciones consisten, desde
entonces, en secuestrar a extranjeros a cambio de importantes rescates.
Su terreno de caza se sitúa en el Sahel, región árida y semidesértica
que se extiende desde Senegal hasta Chad, pasando por Mauritania, Malí,
Burkina Faso y Níger. De hecho, fue una katiba (brigada) del grupo Al
Muwakaún Bidam (“los que firman con su sangre”), fundado por un
ex-dirigente de AQMI, el argelino Mojtar Belmojtar, alias “el Tuerto”,
quien atacó el complejo gasístico de In Amenas y asesinó a decenas de
extranjeros.
Por último, la tercera causa es el
ataque de las fuerzas de la OTAN contra Libia, en 2011, y el
derrocamiento del coronel Gadafi. Para conseguir este objetivo, Francia y
sus aliados (en concreto Qatar) no dudaron en armar a los movimientos
islamistas hostiles a Gadafi. Movimientos que obtuvieron la victoria
sobre el terreno. Con tres consecuencias: 1/ el desmoronamiento y la
descomposición del Estado libio, que sigue siendo presa, hoy en día, de
las luchas mortíferas entre provincias, milicias y clanes; 2/ la
distribución del arsenal militar de Gadafi entre los movimientos
yihadistas del conjunto del Sahel; 3/ la vuelta a Malí de una parte de
la Legión tuareg sobrearmada y entrenada.
También hay que tener en cuenta el telón
de fondo socioeconómico. Malí, al igual que los demás países del Sahel,
figura entre los Estados más pobres del mundo. La mayoría de su
población vive de la agricultura. Durante estos últimos años, las
reducciones de las ayudas al desarrollo decididas por los países ricos
han afectado particularmente al país. Su principal producción, el
algodón, se derrumbó a causa de las políticas de dumping que practica el
primer exportador mundial, Estados Unidos, así como por las sequías que
sufre de manera regular el Sahel a causa del calentamiento global. Por
otra parte, las políticas neoliberales y las privatizaciones impuestas
por el Fondo Monetario Internacional (FMI) han conducido a la reducción
de los presupuestos sociales destinados a educación y sanidad. La
pobreza y el malestar social se han agravado. Esto ha presionado
particularmente a una parte de los jóvenes a buscar una vía de salvación
en la emigración, mientras que otros, ante tanta angustia social, son
más sensibles a las llamadas de los salafistas que les ofrecen, sin
mayor dificultad, armas, poder y dinero.
Este es el contexto que hallaron los
tuaregs de la antigua Legión de Gadafi a su retorno al norte de Malí
provenientes de Libia. Por eso no tuvieron dificultades para reclutar. Y
decidieron integrarse en el Movimiento Nacional para la Liberación de
Azawad (MNLA). De enero a abril de 2012, lanzaron ataques contra las
guarniciones malienses de las principales ciudades de la región
(Tombuctú, Gao y Kidal). Mal equipado, el Ejército maliense se
descompuso y se batió en retirada. Humillados y exasperados por el
abandono del Gobierno, un grupo de jóvenes oficiales dirigidos por el
capitán Sanogo se sublevaron. Tomaron el poder en Bamako el 22 de marzo
de 2012. Pero, boicoteados por los países vecinos y las grandes
cancillerías internacionales, estos golpistas se mostraron incapaces de
enderezar la situación. De hecho, Malí, como Estado, se desmoronó.
Mientras tanto, en el norte de Malí, el
MNLA proclamaba la “independencia” de Azawad y se aliaba con dos
organizaciones islamistas radicales –provenientes de AQMI– que
preconizaban la instauración de la sharia: el grupo salafista Ançar Dine
y el Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental
(MUYAO). Estas dos organizaciones –que disponen de muchos más medios
financieros gracias a la ayuda que les aportaría Qatar (1), a los
rescates pagados (entre otros por España) a cambio de rehenes
occidentales y tráficos diversos (droga, contrabando)– terminaron por
apartar a los tuaregs del MNLA.
Naciones Unidas condenó la secesión de
Azawad, pero se movilizó con demasiada lentitud. Hubo que esperar al 20
de diciembre de 2012 para que, a petición de Francia, la ONU decidiera
finalmente crear la Misión Internacional de Apoyo a Malí bajo Liderato
Africano (AFISMA, por sus siglas en inglés), la cual se ha confiado a
los países de la Comunidad Económica de Estados de África del Oeste
(CEDEAO, por sus siglas en francés), que deberá “reconstituir la
capacidad de las Fuerzas Armadas malienses” para recuperar el control
del norte de Malí. Francia aseguró que sostendría este proyecto, pero
François Hollande se comprometió a no enviar tropas: “Soy terminante
–declaró el presidente francés–, no tendremos tropas de tierra” (2). Por
su parte, los representantes de las fuerzas políticas, sociales y
religiosas de Malí, reunidos en Uagadugú (Burkina Faso) para entablar
conversaciones sobre el futuro de su país, se opusieron a la
intervención de fuerzas militares de la CEDEAO. De todas formas, una
eventual reactivación de la reconquista militar del norte de Malí no
estaba prevista antes de septiembre de 2013… Este dato no escapa a los
salafistas de Ançar Dine. No sólo son, sobre el terreno, los más
fuertes, sino que tienen ahora la certeza de que nadie los atacará en
los próximos nueve meses. Así pues, deciden aprovechar la oportunidad. Y
lanzan una operación de una temeraria audacia. Varios miles de ellos,
poderosamente armados, a bordo de unas 300 furgonetas pick-up, se
abalanzan por sorpresa, el 9 de enero de 2013, sobre la ciudad de Konna,
cerrojo estratégico en el camino hacia Bamako. Vencen al Ejército
maliense, que se bate en retirada dejándoles el campo libre hacia la
ciudad de Mopti. Y, sobre todo, hacia el cuartel general de operaciones
del Ejército de Malí que se halla instalado en el aeropuerto de Sevaré,
el único donde pueden aterrizar aviones de gran capacidad,
indispensables para una eventual reconquista del norte.
Ahí es cuando Francia, sin esperar la
llamada de auxilio del presidente interino maliense Dioncunda Traoré,
decide intervenir. François Hollande ordena que las tropas de elite del
Ejército francés situadas previamente en Níger intervengan
inmediatamente. Transportadas en aviones Transall C-160 y apoyadas por
helicópteros de combate, estas tropas atacan inmediatamente a las
columnas islamistas y detienen en seco su avance hacia Mopti y Bamako.
Así comienza la operación Serval, con la
participación de unos 2.500 soldados franceses calurosamente acogidos
por una gran parte de la población maliense. El objetivo declarado de
esta operación ha evolucionado a lo largo de los días. Antes de su
puesta en marcha, François Hollande afirmaba, tal y como vimos, que
Francia no intervendría “en ningún caso” (3). Al haber intervenido
finalmente desde el 11 de enero, el presidente minimizó el alcance de la
operación explicando que se trataba “esencialmente de bloquear la
progresión hacia el sur de terroristas criminales” y, factor
determinante, de “proteger a los aproximadamente 6.000 residentes
franceses en Malí”. Pero después, el 18 de enero, François Hollande
reconoció una intención mucho más ambiciosa: darse “el tiempo necesario
para que el terrorismo sea vencido en esta parte de África”. Por último,
el 20 de enero, el ministro francés de Defensa admitió claramente: “El
objetivo es la reconquista total de Malí” (4).
En realidad, los verdaderos objetivos de
Francia permanecen confusos. En efecto, París ha explicado que la
operación Serval no hace sino responder a una llamada de ayuda por parte
de Bamako. Pero, dado que el Gobierno maliense procede de un golpe de
Estado, su legitimidad para requerir ayuda es discutible (5). El otro
argumento es que los salafistas de Ançar Dine aplican la sharia en
Tombuctú, destruyen monumentos antiguos y “cortan manos”. Y que eso es
“intolerable”. Cierto. Pero, cuando los salafistas se comportan de ese
modo simplemente obedecen a la doctrina wahabí que el “gran aliado de
Occidente”, Arabia Saudí, difunde, con la ayuda de Qatar –país
igualmente wahabí–, en el conjunto del mundo musulmán, y particularmente
en el Sahel, a golpe de millones de euros... Sin embargo, Francia tiene
las mejores relaciones del mundo con Arabia Saudí y Qatar, que incluso
son sus aliados actualmente en Siria para apoyar a los insurgentes
islamistas y salafistas…
París no dice palabra de otros dos
argumentos que probablemente hayan contado a la hora de activar la
operación Serval. Uno es económico y estratégico: el control duradero de
Azawad por organizaciones salafistas habría entrañado, en mayor o menor
plazo, una ofensiva sobre el norte de Níger, donde se hallan las
principales reservas de uranio explotadas por la empresa gala Areva y de
las cuales depende todo el sistema nuclear civil de Francia. París no
puede permitirlo.
El otro es geopolítico: cuando, por
primera vez en la historia, Alemania domina Europa y la dirige con mano
de hierro, Francia, al exhibir su fuerza en Malí, quiere mostrar que
continúa siendo, por su parte, la primera potencia militar europea. Y
que hay que contar con ella.
(1) Léase el artículo “Notre ami’ du
Qatar’ finance les islamistes du Malí”, Le Canard enchaîné, París, 6 de
junio de 2012. Léase asimismo: Ségolène Allemandou, “Le Qatar a-t-il
des intérêts au Mali ?”, France 24, París, 21 de enero de 2013 www.france24.com/ fr/20130121-qatar-nord-mali-groupes-islamistes
(2) Entrevista con François Soudan, Jeune Afrique, París, 22 de octubre de 2012. http://www.jeuneafrique.com/Article/JA2701p010-011.xml1/
(3) Cf. France Info,
13 de noviembre de 2012.
http://www.franceinfo.fr/economie/les-principales-declarations-de-la-conference-de-presse-de-francois-hollande-801247-2012-11-13
(4) Declaraciones de Jean-Yves Le Drian, 19 de enero de 2013, en la emisión televisiva “C politique” de la cadena France 5. (5) Cf. Le Monde, París, 23 de enero de 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario