Allende La Paz
Uribe y Capriles.
Lo habíamos vaticinado. Preveíamos que los “enemigos de la Paz” -los
mismos de hace 20 años- querrían terminar su obra macabra. “Golpe de
Gracia”.
Y no es que todos esos enemigos sean los mismos. Evidentemente que sí
hay algunos que todavía –todavía!- después de 20 años siguen asesinando a
lo mejor del país. A los demócratas. A la izquierda. Los cuales quieren
construir un nuevo país, en paz con justicia social.
Ahí están los narco-paramilitares ex presidente Urihitler sembrando de
odios el país por su estrecha y maltrecha visión. Ahí tiene las
denuncias de sus antiguos esbirros que le enrostran que el fue el autor
intelectual de sus crímenes y fue el desarrollador de las “Convivir”,
nucleo primario de los AUC o denominados narco-paramilitares. Ahí están
algunos de la crema y nata de la sociedad que han financiado el
paramilitarismo. Empresarios, politiqueros tradicionales. Recordemos no
más a Vargas-Lleras, quien se enorgullece de ser de “mano dura”, cuando
realizaba agasajos de felicitación a las fuerzas militares y sabido es
que de esa manera le daba un gran aval político a la política del
Terrorismo de Estado desarrollada por los militares.
Rememoremos nada más a los que justificaron -y justifican- el
exterminio (genocidio) de que fue objeto la Unión Patriótica. Que sepan
los antiguos dueños del diario El Tiempo que los exiliados de la U.P.,
no olvidamos que desde sus páginas azuzaban y justificaban los
asesinatos porque “a un enemiglo irregular hay que combatirlo
irregularmente”. Jamás olvidaremos que la clase política tradicional
aplaudía cada vez que los sicarios asesinaban alguien de la U.P., y que
lloriqueaban cada vez que las FARC les aplicaba la misma receta, hasta
que su colectivo definió que no podían convertirse en iguales seres
amorales que los que detentan el poder.
Hoy, 20 años después, como si el tiempo se hubiera detenido, continúa
el macabro plan llamado “golpe de gracia”. Habíamos advertido que quizá
ahora si el roquetazo no iba a fallar. Oh, y fallaron de nuevo.
Pareciera que Aída Avella tiene la piel más dura que la concha de un
morrocoy. Los ejecutores son otros, pero sus autores son los mismos.
Son los “enemigos de la Paz”. Son los Uribhitler. Son los mismos
militares de la cúpula de las fuerzas armadas que, a pesar de que no son
los mismos de hace 20 años, aplican la misma receta del Terrorismo de
Estado de la Doctrina de Seguridad Nacional. La “nueva cúpula” cuando
llegan a sus puestos reciben la carpeta de “Misiones Inconclusas”, sin
terminar. Así como cuando no podían capturar algún miembro de la U.P., y
empapelarlo como “auxiliar de la guerrilla” o “guerrillero”, la
Fiscalía y el DAS entregaban a las bandas de narco-paramilitares los
listados de líderes populares para ser asesinados, así los militares
reciben de los que se van de la cupula militar la carpeta de “Misiones
Inconclusas”, y ellos a su vez le dan la orden a las BACRIM o a sus
directos sicarios.
Más 20 años de algo habrán servido. La historia de la vida política de
los pueblos no se detuvo en estos 20 años y las fuerzas populares tienen
un acumulado que las hace diferentes. Contamos en el momento presente
con que las FARC-EP ha logrado amarrar al gobierno -ejecutivo estatal- a
la Mesa de Comvrsaciones de La Habana y que si el gobierno
representación del estado quiere de veras llegar a una solución política
del conflicto interno por ellos mismos desatado, tendrán que garantizar
les a las FARC y a todos los políticos populares -de la entraña del
pueblo- que el Terrorismo de Estado tendrá que ser borrado de los libros
militares y esa política asesina tendrá que ser superada con el
concurso de todos.
Además, tendremos que adelantar la más profunda reforma -hasta que se
de el triunfo popular por el poder- de las fuerzas militares según las
propuestas de los sectores democráticos. Convertir nuestros soldados en
la fuerza del pueblo, el cual luchará por la defensa de la soberanía
nacional. No es posible que nuestras fuerzas militares sea un nido de
delincuentes, de asesinos, de corruptos, todo ello llevado de la mano de
la oligarquía y el imperio.
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