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No es nada nuevo la utilización de métodos vandálicos tendentes a desestabilizar y crear el caos institucional y de la sociedad.
Miramos con asombro el desprecio a la
vida humana por los grupos extremistas que poseen armas aunque no vistan
uniforme. Apoyados al mismo tiempo, con la desinformación perversa,
intensificada por los medios de comunicación, aliados directos de las
tácticas y esquemas dirigidos desde el exterior.
La mentira autorizada no tiene menos fuerza que la verdad, solía repetir Alejandro de Macedonia. Quién incendió Persépolis, el centro de la cultura oriental donde acudían tantas naciones a solicitar sus leyes y, a la que Grecia le tuvo un temor único.
La diferencia es admirable al recordar la
sobriedad fraterna de Huayna Capac el Grande, al llegar a Quito, al
pedido de una niña respondía: Hija, se hará lo que pidas, si era joven:
hermana, se hará lo que desees. Si era anciana: Madre, se hará lo que
mandes. En aquella concordia comunitaria no existía ni el mío ni el
tuyo.
El eco del invasor emblemático de occidente, lo utilizó Joseph Goebbels, al igual los césares de ayer y de hoy.
¿Por qué la justicia social no puede ser
un objetivo latinoamericano con métodos distintos y en condiciones
diferentes? Augusto Roa Bastos nos dice al oído: ¡La memoria es el
estómago del alma! ….
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