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"Ser español no es sacar la rojigualda y escuchar pasodobles de Manolo Escobar".
La frase es del capullo de Pablo Iglesias. (Sí, capullo... y
gilipollas, meapilas, pamplinas, mameluco... por favor, no me exijan
buenas formas a estas alturas del campeonato). Me concentro en un punto
de la cita. Nada en contra de un Manolo Escobar, y tampoco nada contra
una bandera nacional española (una bandera bonita, de combinación
cromática llamativa, tan respetable como la bandera nacional italiana,
siria o de Bután). Lo que a mí me ha tocado los afectos más íntimos es
que este mequetrefe saque a relucir el pasodoble. ¿Qué es ser español,
Pablito, chupapollas, sino conocer y reconocer como propia la tradición
hispánica, dentro de ella, su tradición musical, y dentro de esta
ùltima, por supuesto, el pasodoble? Un sordo puede ser patriota. Alguien
al que no le gusta el pasodoble, también, claro que sí. Pero no puede
serlo -es imposible- un malnacido. La mala gente no es ni española, ni
sueca, ni rumana. Son de Hijoputolandia.
No
interpreto la maldad desde una perspectiva moral, sino como
consecuencia directa de la ignorancia. Perfidia e idiotez, a efectos
prácticos, los considero sinónimos. No se piense que estoy justificando
este canibalismo compatriótico tan Made in Spain, con aquel cristiano "perdónales, que no saben lo que hacen",
sino todo lo contrario: denuncio la maldad española como la peor y la
menos perdonable, en la medida en la que se muestra autodestructiva,
suicida y estúpida. Estúpida, demasiado estúpida hasta para lo humano.
Mitad
por este cabreo, mitad por una fiesta de la Hispanidad con aspecto de
funeral del estado, me dio por buscar en carpetas de apuntes, unos
viejos arreglos para escolares que circulaban en conservatorios y grabar
en dos pistas Suspiros de España, con guitarra española y laúd árabe.
Sí, Suspiros de España,
un pasodoble, taurino, español, cartaginés, marcial, de esos que no le
gustan a Pablo Iglesias. El verdadero himno nacional de aquellos que,
bien espiritualmente (como muchos jóvenes traicionados que sobreviven
entre ruinas) o bien física y geográficamente (como en mi caso), se
consideran "exiliados españoles".
Un pasodoble que reza:
¡Ay de mí! ¡Pena mortal!
¿Por qué me alejo, España, de ti?
Y
yo respondo: ¡Pues claro que me alejo de ti! Se trata de las dos
Españas: una, la de los masones, y la otra, la de los no masones. La
España con trastorno bipolar: la España de los engañadores y la España
de los engañados. Esa es nuestra eterna Guerra Civil: una minoría de
bastardos manipulando a una mayoría de buena gente. Los patricidas
impunes y cobardes contra unos patriotas apaleados a los que yo hoy
invito (y quien se pique, ajos come) a bailar este pasodoble. Va por Ustedes.
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