Orlando Pérez
El ex presidente demócrata-cristiano ha recorrido todos los medios
con una tesis: Ecuador vive una dictadura. Según él, desde el año 2007,
tras la convocatoria (ilegal, dice) a la Asamblea Constituyente nuestro
país entró en un régimen de facto. Y por ello él sale ahora a
denunciarlo. Para eso tiene a su disposición todos los medios privados y
comerciales, periodistas presurosos que presentan su libro y
entrevistadores que le dejan hablar sin ápice de criticidad.
O Hurtado lee poco o lo poco que lee ya es de tan añeja composición
que le impide entender la realidad en la que vive. Nos dice, con una
arrogancia aparentemente intelectual, que la democracia solo es válida
si se hace a la imagen y semejanza de lo que propuso Montesquieu: la
separación de poderes. ¿La democracia se reduce a eso? ¿Sin ello hay una
plena dictadura?
Y según Hurtado, en ese tipo de democracia solo puede haber tres
poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Ese modelo, para él y para
sus acólitos, debe ser inamovible, estático, para siempre, eterno. ¿Y,
como tal, las nuevas generaciones están prohibidas de reformarlo,
recrearlo y hasta transformarlo?
Parece que no ha leído a Tzvetan Todorov, que por ningún lado puede
ser acusado de comunista o totalitario. Él dice, criticando al
tradicional esquema de Montesquieu: “En las sociedades democráticas
modernas nos hemos acostumbrado a añadir otras dos formas de poder: el
económico y el mediático”. Y para conocimiento (¿o refrescamiento?) de
Hurtado, ¿recordará de quién es esta frase ya célebre?: “¿Dónde iremos a
buscar modelos? La América española es original. Original han de ser
sus instituciones y su gobierno. Y originales los medios de fundar unas y
otro. O inventamos o erramos”.
Si la frase de Simón Rodríguez es considerada como conspiradora de la
democracia entonces Hurtado deberá reescribir su libro “El poder
político en el Ecuador”. Lástima que los entrevistadores y quienes
presentan su último libro con una dosis de apología acrítica y hasta
superficial no hayan leído el mismo libro de Hurtado o los de Todorov,
Simón Rodríguez, Edgar Morin, entre otros. De hacerlo, podrían mejorar
la calidad del supuesto diálogo que establecen con quien se autoproclama
demócrata.
Por ejemplo, Morin ha dicho: “Mientras que para (Francis) Fukuyama la
capacidad creadora de la evolución humana se ha agotado con la
democracia representativa y la economía liberal, nosotros debemos
pensar, por el contrario, que es esa historia la que está agotada y no
las capacidades creadoras de la humanidad”. Por tanto, esas capacidades,
por lo menos en Ecuador, gestaron otro paradigma (el Sumak Kawsay) para
potenciar la democracia participativa en función del hombre y la
naturaleza, no del capital ni de los capitalistas; para vivir en
plenitud.
La “democracia real”, la que demanda Hurtado, está registrada en lo
que él hizo y otros presidentes de las décadas de los ochenta, noventa y
mitad de la década pasada. ¿No es él quien proclama la defensa del
capital y por eso tiene como grandes socios y amigos del “alma” a los
banqueros y empresarios (en su momento fueron sus ministros y en otros
gobiernos asesores y ahora directivos de las cámaras)? ¿No fue en su
gobierno y en el de su “delfín” Jamil Mahuad donde el capital financiero
mandaba y ordenaba la vida económica, social y política del país? El
verdadero dictador de las democracias liberales que defiende Hurtado es
el capital: nadie lo regula, ordena la vida de los gobiernos, establece
los modos de consumo y, por ende, de vida, independientemente de los
costos ecológicos y sociales, etc.
En esa lógica no hay leyes que se cumplan, solo tienen vigencia los
contratos. Las leyes estaban ahí, en su gobierno, para violarlas, pero
sí se consagraban y respetaban los contratos con los empresarios y
banqueros. ¿Si no cómo se entiende que la sucretización de las deudas
privadas sea la marca más lúgubre de su gestión? Ahí no importó la ley,
prevalecían los contratos y la obediencia al capital privado. ¿Acaso
Hurtado coincide con Margaret Thatcher en que en el capitalismo “la
sociedad no existe” y por tanto el Estado es garante de todas las
pérdidas de los empresarios privados y deudor de todas las garantías y
beneficios sociales y culturales?
Ahora bien, si el ex presidente Hurtado está consciente de que
vivimos en una dictadura, lo obvio sería luchar, plantearse una batalla
política frontal, no para defender a los gerentes y presidentes
ejecutivos de los bancos, sino a los ciudadanos, a los pobres y a todos
los sectores afectados por este supuesto régimen de facto. No le pedimos
que tome las armas y se vaya a la montaña con capucha y mochila. Apenas
que salga a las calles a decir las verdades, convoque a todos sus
seguidores y acabe con el sistema totalitario que lo agobia.
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