Gravemente afectada por la crisis financiera, Europa busca una salida
recurriendo a drásticos recortes del gasto social y a la reducción radical del
sector público, mientras trata de mantener a flote la banca privada con miles
de millones de euros sacados del bolsillo del contribuyente. Estudioso
conocedor de Latinoamérica y crítico de las actuales políticas europeas, el
investigador francés Salim Lamrani estima que hoy en día el Viejo Continente
«tiene mucho que aprender» de esa parte del mundo que alguna vez colonizó. En
entrevista concedida a la periodista cubana Margarita Alarcón, este profesor de
Historia y Civilización latinoamericanas reclama además la defensa del legado revolucionario
de Robespierre.
Margarita Alarcón: Háblanos un poco de la situación en Francia.
Salim Lamrani: Como el resto del mundo, Francia sufre de la grave
crisis económica sistémica que afecta no sólo a las categorías más vulnerables
de la sociedad sino también a las clases medias. Desgraciadamente, en vez de
adoptar políticas voluntaristas para estimular la economía, Francia ha elegido
la vía de la austeridad.
¿Y el resto de Europa?
Conviene recordar que las políticas de austeridad promovidas por la
Unión Europea ―con la Alemania de Angela Merkel a la cabeza―, el Fondo
Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo (BCE) llevan a un
callejón sin salida. En efecto son políticamente impopulares, económicamente
ineficaces y socialmente desastrosas. En todos los países donde se aplicaron,
ya sea en Grecia, Irlanda, Italia, Portugal o España ―sin excepción― fracasaron
con un aumento de la pobreza y el desempleo, crecimiento de la deuda pública,
desmantelamiento del Estado de bienestar con la destrucción de los servicios
públicos y una disminución drástica de los ingresos del Estado.
El caso de la crisis de la deuda griega es un caso de manual e ilustra
el fracaso total de las políticas neoliberales. En efecto, a pesar de la
intervención de la Unión Europea, del Fondo Monetario Internacional y del Banco
Central Europeo, a pesar de la aplicación de 9 planes de austeridad extrema
―alza masiva de los impuestos, entre ellos el IVA, alza de los precios,
reducción de los salarios (¡hasta un 32% sobre el salario mínimo!) y de las
pensiones de retiro, retraso de la edad legal de la jubilación, destrucción de
los servicios públicos de primera necesidad como la educación y la salud,
supresión de las ayudas sociales y privatizaciones de los sectores estratégicos
de la economía nacional (puertos, aeropuertos, ferrocarril, gas, agua,
petróleo) que han doblegado a la población, hoy la deuda es superior a lo que
era antes de la intervención de las instituciones financieras internacionales
en 2010.
No obstante, la crisis griega habría podido evitarse.
El Banco Central Europeo sirve directamente a los intereses del mundo
financiero
¿Aquí entra a jugar, o no, su papel el Banco Central Europeo?
En efecto, habría bastado con que el Banco Central Europeo hubiera
prestado directamente a Atenas las sumas necesarias, con la misma tasa de
interés con la que presta a los bancos privados, es decir entre el 0% y el 1%,
lo que hubiese impedido toda especulación sobre la deuda por parte del mundo
financiero. Ahora bien, el Tratado de Lisboa, redactado por Valéry Giscard
d’Estaing, prohíbe esa posibilidad por razones difícilmente comprensibles, si
uno se basa en el postulado según el cual el Banco Central Europeo actúa en el
interés de los ciudadanos.
En realidad, el Banco Central Europeo sirve directamente a los intereses
del mundo financiero. Así, los bancos privados contrataron un préstamo al BCE
con la tasa baja de un 0% al 1% y luego especularon sobre la deuda y prestaron
ese mismo dinero a Grecia, pero con tasas que van del 6% al 18%, agravando así
la crisis de la deuda, que ahora es matemáticamente impagable, ya que Atenas se
encuentra en la obligación de contratar préstamos sólo para pagar los intereses
de la deuda. Peor aún, el Banco Central Europeo vende a Grecia títulos de su
propia deuda a precio de oro, es decir al 100% de su valor, mientras que los
adquirió a un 50%, y especula así con el drama de una nación.
Por esas razones, resulta imprescindible reformar en profundidad el
Tratado Europeo con el fin de autorizar al BCE a prestar directamente a los
Estados y evitar así los ataques especulativos del mundo financiero sobre las
deudas soberanas, como ha sido el caso en Grecia, Irlanda, España, Portugal e
Italia, por citar sólo algunos.
Rafael Correa, electo presidente de Ecuador en 2006, reelecto en 2009.
Uno de sus primeros actos como gobernante fue la creación de una Comisión
encargada de evaluar la legitimidad de la deuda nacional.
A su llegada al poder en 2007 [en Ecuador], el presidente Rafael Correa
redujo el servicio de la deuda a un 25% del presupuesto y creó una Comisión
para la Auditoría Integral del Crédito Público, con el fin de evaluar la
legitimidad de la deuda. Esa Comisión publicó su informe y consideró que la
deuda comercial ecuatoriana era ilegítima. En noviembre de 2008, el presidente
Correa procedió a la suspensión del pago de un 70% de la deuda pública.
Como lógica consecuencia, el valor de la deuda ecuatoriana perdió un 80%
de su valor en el mercado secundario. Quito aprovechó la ocasión para comprar 3
000 millones de su propia deuda por una suma de 800 millones de dólares,
realizando así un ahorro de 7 000 millones de dólares de intereses que el país
habría tenido que pagar hasta 2030.
Así, mediante una simple auditoría, Ecuador redujo, sin gasto alguno, su
deuda en cerca de 10 000 millones de dólares. La deuda pública pasó de un 25%
del PIB en 2006 a un 15% en 2010. Al mismo tiempo, los gastos sociales
(educación, salud, cultura, etc.) pasaron de un 12% a un 25%.
Ecuador logró disminuir la deuda de un 24% a un 11% del PIB sin aplicar
medidas de austeridad
¿Ves esa experiencia como un ejemplo válido para el resto del mundo?
Para volver al tema de la deuda, Europa tiene mucho que aprender de la
nueva América Latina. Ecuador logró disminuir la deuda de un 24% a un 11% del
PIB sin aplicar medidas de austeridad. Dicha deuda, contratada en los años 1970
por regímenes dictatoriales, era por esencia ilegítima y entraba en la
categoría de deuda llamada «odiosa».
Entre 1970 y 2009, Ecuador rembolsó 172 veces el monto de la deuda de 1970.
No obstante, debido a los intereses exorbitantes que se imponían a la nación,
el volumen de esa deuda se multiplicó por 53. Del mismo modo, entre 1990 y 2007
el Banco Mundial prestó 1 440 millones de dólares y Ecuador rembolsó a esa
institución la suma de 2 510 millones. El servicio de la deuda representaba,
entre 1980 y 2005, el 50% del presupuesto nacional, en detrimento de todos los
programas sociales.
¿Por qué Europa, especialmente España y Grecia que vivieron muchos años
bajo regímenes dictatoriales, no podría hacer lo mismo?
En efecto, hay dos opciones para resolver la crisis económica: disminuir
los gastos públicos y aplicar políticas de austeridad, con los resultados que
ya conocemos ―un fracaso total―, o aumentar los ingresos del Estado mediante el
alza de los impuestos a las categorías más adineradas, aumentar el salario
mínimo y realización de inversiones masivas por parte del Estado. La ideología
dominante que reina en los medios informativos elude minuciosamente abordar la
segunda posibilidad porque significaría afectar los intereses de los más
privilegiados.
¿Por qué hay que aumentar el salario mínimo?
El aumento del salario mínimo constituye la base del programa del
FDG [1] y reviste un doble objetivo.
Primero, permitirá mejorar el nivel de vida de una parte sustancial de
los ciudadanos franceses, una inmensa mayoría mujeres (80%), que sobrevive
difícilmente con semejantes ingresos. Además, 8 millones de franceses viven por
debajo del umbral de la pobreza (fijado en 970 euros mensuales) en la quinta
potencia mundial, a pesar de que el país es dos veces más rico que en 1990 (con
más 2 560 millardos [2] de euros de riqueza producida al año).
O sea, el aumento del salario mínimo permitirá estimular la economía. En
efecto, el aumento del salario mínimo alentará automáticamente el consumo de
esa categoría de la población, cuyas necesidades son importantes, y de rebote
llenará el libro de pedidos de las empresas. Estas, a su vez, reclutarán la
mano de obra necesaria para satisfacer esta nueva demanda, lo que tendrá un
impacto positivo en la tasa de desempleo, que lógicamente se reducirá. Así, el
Estado verá crecer sus recursos gracias a la contribución tributaria de los
nuevos asalariados y disminuir sus gastos dedicados a las ayudas a los
desempleados, creando así un «círculo virtuoso».
Pasemos a otro tema, ¿cómo llegas a Cuba?
La lectura del magnífico libro del historiador y profesor estadounidense
Howard Zinn A People’s History of the United States tuvo una
importancia decisiva. Empecé por interesarme en la política exterior de Estados
Unidos e inevitablemente descubrí los trabajos de Noam Chomsky. El ha escrito
excelentes libros sobre la política exterior de Washington. Me interesaba mucho
América Latina y descubrí Cuba, su lucha por la independencia, la Revolución
Cubana, la figura del Che y sobre todo su peculiar relación con Estados Unidos.
Decidí especializarme en el tema e hice mis estudios de doctorado sobre la
política exterior de Estados Unidos hacia Cuba durante la guerra de liberación
nacional, entre 1956 y 1959. Ahora dedico la mayor parte de mis investigaciones
universitarias a las relaciones entre ambas naciones.
¿Y Cuba y el periodismo... cómo encajan en esto?
Mi experiencia periodística empezó con una constatación: hay un abismo
que separa la imagen de Cuba en Occidente de la realidad de la Isla. Cuando uno
lee la prensa occidental tiene la impresión de que Cuba es el infierno de
Dante. En cambio, todas las instituciones internacionales elogian el excelente
sistema social cubano, la educación, la salud, el internacionalismo
humanitario, la prevención de la delincuencia, la protección de la infancia, el
desarrollo de la agricultura urbana, la Defensa civil, etc. Llegué al
periodismo porque, al igual que millones de ciudadanos del mundo, no estaba
satisfecho con la imagen de Cuba que transmitían y que siguen transmitiendo los
medios informativos, una imagen que me parecía parcial, desequilibrada,
engañosa e ideológicamente orientada. En violación de los principios básicos
del periodismo, los medios de comunicación, con la minuciosidad de un relojero,
silencian todos los aspectos positivos que tiene la sociedad cubana y
magnifican todos los aspectos negativos que pasarían desapercibidas si se
encontraran en otra parte de mundo.
Nunca he creído que Cuba era Alicia en el país de las maravillas.
Tampoco creo que sea la antecámara del infierno como la presenta la prensa.
¿Cuánto conoces de la literatura latinoamericana?
Soy profesor de Historia y Civilización Latinoamericana. Durante mi
carrera universitaria estudié literatura tanto española como latinoamericana.
He leído a los grandes clásicos de la literatura latinoamericana, desde Miguel
Angel Asturias, Jorge Luis Borges, Gionconda Belli, Gabriela Mistral, el
inolvidable Pablo Neruda, José María Arguedas, Alejo Carpentier, Octavio Paz,
Augusto Roa Bastos, César Vallejo y Mario Vargas Llosa ―brillante escritor y
despreciable político a la vez. Me gustan más la novela de tipo social y los
escritores comprometidos con los desafíos de su tiempo.
Robespierre entendió que el principal enemigo del pueblo y de la Patria
era el poder del dinero
¿Cómo te catalogarías si tuvieras que hacerlo?
Te responderé citando a Maximilien de Robespierre, nuestro Libertador,
el que debería ser considerado como el Héroe Nacional de Francia, el Padre de
nuestra Patria a quien le debemos nuestra divisa «Libertad, Igualdad,
Fraternidad»: «Soy del pueblo, sólo vengo de allí, no quiero ser más que eso
y desprecio a quien tenga la pretensión de ser algo más». Siempre me
ubicaré al lado del pueblo y de los desposeídos.
¿Entonces el rescate de la historia de la América latina de hoy te
cautiva un poco por todo eso, no?
Hablando de Robespierre, permíteme una reflexión. Cuba logró rescatar la
figura de su Héroe Nacional José Martí. Venezuela, gracias a Hugo Chávez, logró
rescatar la figura del Libertador Simón Bolívar. En Francia nos toca la tarea
de rescatar a Maximilien de Robespierre, el Incorruptible, que era a la vez un
visionario y un hombre de su tiempo. Robespierre entendió muy temprano que el
principal enemigo del pueblo, de la República, de la Patria y del Estado de
bienestar era el poder del dinero. Por eso fue tan vilipendiado, ofendido y
asociado a la época del Terror y presentado como un hombre sanguinario, como si
hubiera tenido el poder judicial. Eso carece de sentido pues Robespierre ni
siquiera pudo enjuiciar a sus más connotados enemigos, los que traicionaron los
ideales de la Revolución. Además, hablando de Terror, es importante recordar
las cifras. Los archivos del Tribunal Revolucionario de París demuestran que
hubo menos de 3 000 ejecuciones en la capital (en total, 17 000 en toda
Francia), en un contexto de guerra civil y de guerra de todas las monarquías de
Europa contra la Revolución y en contra de la República. Como comparación,
durante la Comuna de París en 1871, ¡los versalleses [3] fusilaron en una semana a 20 000 personas sin
juicio!
Es un bochorno que Robespierre, el más puro patriota de la historia de
Francia, la figura principal de la Revolución, el defensor de la soberanía
popular, no descanse en el Panteón donde reposan los restos de nuestros grandes
próceres, desde Víctor Hugo hasta Jean Jaurès. Ni siquiera tiene una estatua en
París. También es una vergüenza que el 22 de septiembre, día de la Fundación de
nuestra República por Robespierre y sus compañeros, no sea una fecha celebrada
en Francia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario