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01 abril, 2013

Una opinión (Cuba)

por Guillermo Rodríguez Rivera
Lo primero que llamó mi atención fue que Diario de Cuba –que es una publicación declaradamente opositora a la Revolución Cubana–, acogiera in extenso, las opiniones de un ensayista cubano que vive en la Isla y que, sin duda, se ubica en el ámbito de la que ellos (los del Diario) llaman “oficialidad” cubana, como estima la publicación a todo el que trabaje en cualquier entidad estatal del país: ahora mismo, el 75% de la población laboral de la nación.
Roberto Zurbano, el ensayista al que aludo, porque son sus declaraciones las que recoge la publicación de nombre cubano, radicación madrileña y aires miamenses, es director del Fondo Editorial de Casa de las Américas y, como puntualiza el Diario, “vicepresidente de la Asociación de Escritores de la oficialista UNEAC”.
Me pareció escandaloso que un negro cubano y revolucionario afirmara de modo terminante que “para los negros cubanos, la revolución no ha comenzado”. Es perfectaente lógico que semejante declaración le sirva a Diario de Cuba para colocarla como cintillo de la información que resume las opiniones de Roberto Zurbano, y que el escritor cubano diera originalmente a The New York Times.
Como Zurbano, además de ser cubano es negro y revolucionario, considero que hay ciertas apreciaciones conceptuales que lo han conducido a unas conclusiones superficiales en torno a los complejos problemas que aborda. Me parece necesario aclararlas.
El primer asunto que quiero tratar es la confusión que existe en las opiniones del ensayista al abordar conceptos como racismo y discriminación racial. En el caso que nos ocupa, el racismo anti-negro es la idea de la inferioridad de la raza negra. Se trata de la raza que fue esclavizada por casi cuatro siglos y, después, ha sufrido las consecuencias de esos siglos de opresión.
Tan temprano como en marzo de 1959, Fidel Castro advertía las complejidades y dificultades del problema. Decía ese mes, en un discurso, que el de la discriminación racial es
uno de los problemas más complejos y más difíciles de los
que la Revolución tiene que abordar… Quizás el más difícil
de todos los problemas que tenemos delante, quizás la
más difícil de todas las injusticias de las que han existido
en nuestro medio ambiente… Hay problemas de orden mental
que para una revolución constituyen valladares tan difíciles
como los que pueden constituir los más poderosos intereses creados[1]. 
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