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20 marzo, 2014

En qué se Parecen Siria, Ucrania y Venezuela

Carlos Ramos



El Pentágono y la Casa Blanca aspiran a provocar un cambio de régimen, simultáneamente en tres rincones del planeta, aplicando un mismo libreto desestabilizador.  En Siria, Ucrania y Venezuela,  tres zonas tradicionales de intervención imperial.


El nuevo modelo de la “huella ligera” del intervencionismo imperial, que contrasta con los modelos de intervención militar directa como el de Irak y Afganistán, favorece a que “fuerzas locales”, con apoyo mediático, logístico y financiero externo, sean las que protagonicen el cambio de régimen, evitando costosas guerras de invasión con masivos envíos de tropas.

Se circunscribe en esta nueva lógica de intervención la receta del “golpe suave”, de la autoría de Gene Sharp, y que últimamente ha sido objeto de intenso análisis en los medios alternativos y por la intelectualidad progresista. El guión aplicado es sencillo: 1) la creación y financiamiento de una oposición manufacturada, alimentada con dinero y mercenarios, pero con base a elementos locales auténticos, 2) la legitimación y ensalzamiento de la oposición a través de los medios masivos, 3) la generación de un “desorden artificial”, entiéndase por actos de violencia para generar caos, desestabilización e ingobernabilidad, 4) la provocación de la mano represora del Estado para crear “victimas” opositoras, 5) todo con el fin de justificar la intervención extranjera, y finalmente, 6) la intervención militar directa.

Ahora bien, donde las condiciones para una intervención militar directa no se dan, situación que pareciera estarse imponiendo en el caso sirio, gracias a la defensa asumida por Rusia, se aplica la variante de forzar negociaciones entre el régimen siendo atacado y la oposición manufacturada. Dicha oposición es legitimada en un escenario internacional, tal como Ginebra I y II han servido como respaldo para la oposición Siria. La estrategia gira en torno a obligar al gobierno de Bashar Al Assad a aceptar la propuesta de un gobierno de transición compuesto por elementos de su gobierno juntos con los de la oposición manufacturada.

En Ucrania, este libreto ha sido aplicado con éxito. El presidente Victor Yanukovych (pro-ruso y anti-OTAN) fue depuesto con un “golpe parlamentario, al mejor estilo de Paraguay y Honduras. Luego, se logró imponer el llamado “gobierno provisional”, inmediatamente reconocido por Washington y los gobiernos de la OTAN. Oleksandr Turchynov, un pastor evangélico, fue impuesto como presidente, junto con Arseniy Yatsenyuk, un banquero judío, como vicepresidente. Ambos escogidos por Victoria Nuland, la Secretario de Estado Adjunto para Europa del Este, para servir como títeres la OTAN.

Una maniobra fracasada
Si bien con Venezuela han intentado imponer el mismo guión que en Siria y Ucrania, Washington no ha logrado cosechar los mismos frutos. El éxito de la estrategia de “cambio de régimen” mediante un golpe suave dependen, en gran medida, del aislamiento al que se le imponga la nación víctima. Pero los hechos recientes en la política multilateral muestran a la Revolución Bolivariana rodeada por la solidaridad continental.


Mientras que el 12 de marzo el Secretario de Estado John Kerry amenazó con invocar a llamada Cláusula democrática de la OEA contra Venezuela, intentando concretar las condiciones para una intervención más directa, el Consejo Permanente de la OEA se rebeló, exigiendo el "respeto al principio de no intervención en los asuntos internos de los Estados" y expresó su "reconocimiento, pleno respaldo y aliento a las iniciativas y los esfuerzos del Gobierno democráticamente electo de Venezuela y de todos los sectores políticos, económicos y sociales para que continúen avanzando en el proceso de diálogo nacional.”

El Secretario General de la OEA, Miguel Insulza afirmó que "el camino a la reconciliación que se necesita urgentemente en Venezuela no pasa por el derrocamiento de un gobierno que fue elegido hace menos de un año.” La resolución por el diálogo fue aprobada con 29 votos a favor y tres en contra: Estados Unidos, Canadá y Panamá. En definitiva, la OEA ya no le sirve al imperialismo para legitimar sus agresiones contra los pueblos de Nuestra América.

Entra UNASUR
Acto seguido, los cancilleres y ministros de exterior de UNASUR nombraron una Comisión de cancilleres en función de la paz y el diálogo, a solicitud del presidente Nicolás Maduro, acción que cumple con dos propósitos: primero, refrenda la legitimidad del gobierno y segundo, desactiva aún más los planes de una intervención extranjera.

La acción de UNSAUR deja un mensaje claro: Venezuela no está aislada, y el aislamiento es un requisito necesario para proceder con la siguiente fase del plan golpista. UNASUR gana fuerza y se posiciona cada vez más como un de determinación de la política regional de manera independiente, sin la injerencia de Estados Unidos o Canadá.

Avanza la doctrina propia de seguridad
Nada en la política es casual, y el hecho de que el ministro de Defensa de Brasil, Celso Amorim, en días pasados haya defendido con vehemencia la creación de la Escuela Suramericana de Defensa, justo en los momentos más álgidos de la batalla por Venezuela, es otro mensaje claramente dirigido a los EE.UU.

“Es muy importante la creación de una Escuela Suramericana de Defensa. A diferencia de lo que ocurrió en el pasado, cuando hubo un colegio interamericano, con sede fija en Washington, nosotros queremos una Escuela Sudamericana de Defensa que sea descentralizada y respete la pluralidad de visiones de Sudamérica”, dijo el ministro de defensa brasileño.

La ruptura con la doctrina militar continental, impuesta por Washington en la región desde los tiempos de la Guerra Fría, sepulta aún más a la Doctrina Monroe, y es un golpe fatal para el proyecto de dominación imperial y mina directamente la posibilidad de aplicar un libreto tipo Siria y Ucrania en lo que ya no es su “patio trasero.”

Hay claras señales de que los tiempos de la hegemonía imperial en la región tiene los días contados, siempre y cuando el continente persista firme en el camino de la unidad.

Si bien la Doctrina Monroe pregonaba una “América para los americanos”, la nueva doctrina emancipadora sentencia que “el futuro de Nuestra América es asunto de los nuestramericanos.”

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