Asustados, sorprendidos, eufóricos…
Unos lloran, otros
gritan, otros sufren, algunos cantan, unos pocos piensan.
Las imágenes que se
proyectan de los hinchas en las canchas del mundial dejan boquiabiertos a unos
y a otros nos hacen comprender que el mundo está siendo arrastrado por una ola
gigante que por el momento trae alegría, vértigo, emoción, felicidad de estar
en la cima, pero cuando esa ola golpee con las rocas, la caída será terrible.
Y es que eso es el marketing futbolero, alegría pasajera, emoción,
gloria efímera, riqueza para poquísimos, deudas para millones.
El ser humano tiene que desfogar toda su cruel vida durante
90 minutos, y la cosa es así de simple, muchos países quedaron fuera del
mundial (los de siempre, los obvios y uno que otro necesario) pero esas
personas que alentaban a esos equipos continúan alentando a otros, simplemente
para tener algo con que desahogarse. No importa credo, nación, corazón, lo que
importa es buscar la excusa para seguir perteneciendo a la masa ya que si
salimos de ella nos sentimos completamente solos.
Ya lo dijimos en nuestro artículo, Canciones
Brasil 2014:
“En las fases
finales llegarán los mismos y se eliminarán habiendo una que otra sorpresa,
obviamente, hay que dar circo al pueblo, lo malo es que en estas épocas sólo
hay circo y nada de pan.”
“Si quieren ganar sus pollas/apuestas mundialistas
simplemente analicen que equipos generan más ganancias a las empresas del
momento y a los dueños del fútbol, luego saquen sus propias conclusiones.”
Han pasado los
mismos, los obvios, pero algún fanático nos dirá, pero si salió España e
Inglaterra y clasificó Costa Rica, pero ya lo advertimos tendrán que haber “sorpresas”,
sino para que armar un ritual, digo, una fiesta.
Y luego
seguirán quedando los mismo y a la fase final llegarán los de siempre, unos
empujados por sus figuras de barro, otros por la mano invisible del máximo
organismo rector del fútbol mundial.
Sigan haciendo
sus apuestas, pero no se olviden de lo que en este blog se dice, si alguno de
nuestros lectores gana sus apuestas, espero nos dé un poco del crédito.
El Mundial Brasil 2014 puede matar
Novie Izvestia/© AP/ Thanassis Stavrakis
El Mundial deleita a los aficionados al fútbol del mundo, pero al mismo tiempo puede perjudicar la salud y hasta convertirse en desencadenante de la muerte de algunos, escribe hoy Novie Izvestia.
Dos semanas quedan hasta que finalice el mayor acontecimiento deportivo de este año, recuerda el diario ruso al tiempo de subrayar que el presente Mundial será recordado durante mucho tiempo, y no solo por la cantidad de goles y situaciones insólitas que regala cada jornada de la competición.
El Mundial de Brasil bate récords de audiencia. Así, el partido inaugural entre Brasil y Croacia fue seguido por 43 millones de espectadores del canal Globo. Mientras, el partido entre Japón y Costa de Marfil fue visto por 34 millones de aficionados en el país nipón.
Algunos, para seguir los partidos no duermen durante días, circunstancia que provocó la muerte de varios hinchas en China, subraya Novie Izvestia.
Otros aficionados, como los británicos, se ponen agresivos si su equipo "traiciona" sus expectativas.
Según estudios, los días 14 y 19 de junio, cuando la selección inglesa perdió ante Italia y Uruguay, respectivamente, en las comisarías británicas aumentó el número de denuncias por malos tratos.
Otra víctima de la gran fiesta de fútbol fue un estudiante chino, escribe Novie Izvestia, quien se suicidó tras perder tres mil dólares en apuestas del Mundial.
El Mundial de las Marcas
Borja Ventura
Imagina que aquí va un comentario chistoso sobre la «marca España», el hecho de que nos han eliminado del Mundial porque no «marca España» y decir que aquí no íbamos a hablar de fútbol, sino del negocio que hay alrededor, y que esto va sobre las «marcas»
Al lector medio de Yorokobu no le importa demasiado el fútbol, así que hoy no será un día tan triste como para no leer algo sobre el Mundial que tan dolorosamente dejó escapar España. Dolorosamente también para los jugadores, que pierden la oportunidad de embolsarse una suculenta prima de unos 720.000 euros por renovar su cetro mundial. Pero ¿quién hubiera puesto ese dinero? Ni mucho menos las arcas del Estado, aunque muchos repitan la falacia de «con la que cae»: ese dinero sale de patrocinadores y marcas que arriman su imagen a la de cada equipo, cada competición y cada país.
El fútbol es una maquinaria de mover dinero en el que hay auténticas potencias mundiales -Brasil, Argentina, Italia, Alemania, España, Holanda…- pero que ‘come’ del dinero que otros países le dan y que no tienen el mismo origen. Por citar algunos ejemplos cercanos: HTC (taiwanesa) y Gazprom (rusa) patrocinan la Champions League, mientras que Fly Emirates (emiratí), Qatar Airways (qatarí) o Azerbaiyán patrocinan a los tres mejores equipos de nuestro país. Si amplías el foco a otros equipos, a otros países y a otras competiciones el foco no cambia. Ricos (normalmente por el petróleo o derivados) invierten en que otros equipos sean potentes.
Pero el Mundial es el Mundial. En él se conjuga lo global (espónsores generales, reconocibles por todos) con las empresas nacionales no siempre conocidas que apoyan al combinado de cada nación. Por debajo del Mundial entre países existe otro mundial, el del dinero y la visibilidad, que juegan las marcas. Y eso que las camisetas de las selecciones, al contrario de lo que sucede en los equipos de fútbol, no se puede lucir publicidad.
Equipación deportiva
La primera lucha es la de la indumentaria, y ahí tres marcas se reparten el bacalao. La más importante es Adidas, que viste a diez de las selecciones participantes (entre ellas gigantes como España, Argentina o Alemania), seguida por Nike, con nueve (entre ellas Brasil, Holanda, Inglaterra o Francia) y -atención- Puma, que viste a ocho selecciones. Entre ellas están Chile, más tres africanas y dos leyendas históricas como Italia o Uruguay.
De otras, como Reebok, nada.
Nótese, pues, que la lucha entre Holanda, Chile y España que tan mal resultado nos ha dado no era solo la lucha de tres países, tres estilos y dos continentes: era la lucha entre tres marcas deportivas.
Entre esas tres marcas copan a 26 de las 32 selecciones, quedan marcas menores como Lotto (Costa Rica), Marathon (Ecuador), Joma (Honduras), Unisport (Irán) o Burrdasport (Bélgica)
Comida y bebida
Si uno piensa en deporte en general -o en fútbol en particular- y lo asocia a comida, cabría esperar marcas de comida sana, que saquen pecho por el equilibrio alimenticio, el vigor físico y todas estas cosas. Y lo mismo con la bebida: sana, saludable, ligera… Pero no.
En comida un patrocinador brilla con luz propia, y es McDonald’s: es espónsor de la competición y, además, invierte dinero en cuatro selecciones, como son Alemania, Inglaterra (que también tiene patrocinio de Mars), EE UU y Uruguay (eso contando patrocinio principal, pero por otras vías invierte en otros combinados).
Y en bebida Coca-Cola es patrocinadora de la FIFA y de diez selecciones -casi una de cada tres- del Mundial, incluyendo a Argentina o Alemania, mientras que Pepsi patrocina a EE UU. Otro refresco, Guaraná Antartica, patrocina a Brasil.
Y luego está el alcohol.
Las marcas más destacadas en este campo son las cervezeras, con Budweiser patrocinando la competición -además de a Inglaterra y EE UU (bueno, EE UU tiene hasta tequila oficial, que es El Jimador)-; Cristal patrocina a Chile y Costa Rica, Salva Vida a Honduras, Quilmes a Argentina, Águila a Colombia, Amstel a Grecia, Cruzcampo a España, Guiness a Ghana, Heineken a Holanda o Jupiler a Bélgica. Un brindis por este grupo.
Transporte y turismo
Si bebes no conduzcas, salvo en fútbol, que cervezas y automóviles van de la mano. Por el Mundial se mueven marcas como Hyundai (patrocinador de la FIFA y de selecciones como Corea del Sur, Australia o Costa Rica), Volkswagen (con Suiza, Argentina y Rusia), Mercedes (que patrocina a Alemania o Croacia), Nissan (a España), Audi (a Japón), Fiat (a Italia), Vauxhall (a Inglaterra), Chevrolet (a EEUU), BMW (a Bélgica) o Peugeot (a Argelia). En este mundial habría varios cabezas de serie.
Y eso sin contar con negocios relacionados, como los neumáticos Continental o los compuestos Castrol, ambos patrocinadores del Mundial, y las compañías de alquiler como Centauro (patrocinadora local de la competición, además de invertir dinero en Camerún, Costa de Marfil y Ghana), o Hertz (Portugal)
Capítulo aparte merecen compañías aéreas, hoteles y agencias de viaje, como Emirates (que patrocina a la FIFA), Qantas (a Australia), Sofitel (a Costa de Marfil), Japan Airlines (Japón), Travel Plan (a Grecia), Lufthansa (a Alemania), Asiana Airlines (a Corea del Sur), BPI (a Irán), o Avianca (Honduras). Otro grupo majo.
Tecnología y telefonía
Si hay un mercado pujante pese a la crisis y con capacidad de venta, ese es el tecnológico. Por eso también se juegan su imagen corporaciones como Sony (patrocinador de la FIFA, además de poner dinero en Japón y Ecuador), Samsung (en Chile), Konami (en Japón), Panasonic (en EE UU) o Huawei (a Rusia)
Y si hay una punta de lanza en el mercado tecnológico, esa es la telefonía. Por eso también ponen dinero Vivo (en Brasil), Orange (en Camerún), Deutsche Telekom (en Alemania y Croacia), Movistar (en España, Colombia y Ecuador), Entel (en Chile), Vodafone (en Grecia), Belgacom (a Bélgica) o AT&T (en EE UU)
Bancos y energéticas
Pero quien más sabe de dinero son los bancos y, de paso, las consultoras. Para todos ellos hay hueco. Itaú es socio local de la FIFA en Brasil, mientras ING patrocina a Holanda y Bélgica, el Banco de Chile a Chile, el Banco Nacional a Costa Rica, el Banco República a Uruguay, Credit Agricole a Francia, Credit Suisse a Suiza, Banco Guayaquil a Ecuador, el Commerzbank y el Deutsche Bank a Alemania (para ellos sí que hay crédito, y por duplicado), Unibank a Ghana o Hanabank a Corea del Sur.
Junto a todos ellos, otros pudientes, como las petroleras Cepsa (patrocinadora de España) e YPF (patrocinadora de Argentina), además de GDF Suez a Francia e Iberdrola, también a España. Y mira que luego nos ha faltado energía…
Seguros y consultoras
Un campo curioso es el de los seguros: no es, a priori, el tipo de marca que cabe esperar para que invierta dinero en patrocinio deportivo, pero sucede. De hecho, no son pocas las compañías de seguros presentes en el Mundial, a razón de un patrocinio por marca. Liberty Seguros, por ejemplo, es patrocinador nacional brasileño para la competición.
En las selecciones también hay dinero de aseguradoras: Generali patrocina a Croacia, Pelayo patrocina a España, Suisse Life a Suiza, Sancor Seguros a Argentina y Allianz a Alemania.
Y qué decir de grandes empresas de distribución, como Johnson&Johnson que patrocina el Mundial o P&G que pone dinero en Colombia; o de las consultoras, como Deloitte, que pone dinero en Rusia, o PWC, que lo pone en Holanda.
En la saca, sin mayores competidores, quedan otros gigantes como Nivea, que paga dinero a Alemania, William Hill, Gilette, que paga a España, o patrocinadores generales como Visa o Yingli.
Vamos, que España ha caído del Mundial, pero el fútbol sigue porque dinero no le falta.
Pasión y Negocios del Fútbol
Manuel Humberto Restrepo Domínguez
La indiferencia que era la gran pasión colectiva, ha sido desplazada por la pasión misma como un sentimiento de entusiasmo profundo por lo que se siente con toda intensidad. El llamado sujeto de mercado, se pone a prueba para consumir, olvidar, soñar, entrar en éxtasis. Esa pasión la produce el futbol que según los indicadores del raiting la vive hoy en todos los espacios cotidianos uno de cada cuatro humanos del planeta. No hay tiempo para largas conversaciones, complejos discursos, argumentos extensos, tampoco para el aburrimiento o la soledad, la pasión es el tiempo mismo, la emoción plena del presente inmediato.
El fútbol, ese juego simple de reglas matemáticas y sentido común del siglo anterior, que permitió conocer países olvidados y geopolíticas excluidas de las Naciones Unidas, pero a la vez saber los humildes orígenes de jugadores criados en barriadas populares que los empresarios compraban para hacer dinero, ha muerto. Ese fútbol dejo de existir, para dar paso al juego complejo, de empresarios que se enriquecen y pueblos enteros que viven la pasión o lo padecen. Hoy el fútbol es una mercancía, creada, calculada, una mezcla de capital trasnacional e identidades colectivas que producen ganancias, es una vía del despojo por otros medios.
Africanos, Europeos, Asiáticos, Australianos y Latinos, igualados por un instante, pintados o disfrazados no reparan en el color de la piel o el lenguaje. Los une la pasión, los separa la bandera a la que siguen. En el estadio ocurren cosas impensables en la política. Un país escondido en el mapamundi como Ghana que hace sufrir a la invencible Alemania, que a la vez tiene bajo control a Grecia entera hipotecada por el Bundesbank y ahora es derrotada por Colombia. Costa Rica que saca del camino a Italia, el mismo día que el papa Francisco de Argentina excomulga a la mafia calabresa. España la mejor de Europa destronada por Chile al tiempo que abdicaba el rey. La pequeña Uruguay antiimperialista derrotando a la temible Inglaterra victoriosa en la guerra de las Malvinas.
Los estadios y las pantallas son por estos días un Vaticano, una Meca, un Wall Street, en síntesis un centro de pasiones y negocios donde se combinan jugadas que alegran a unos y enriquecen a otros. Los estadios son en si mismos una bienal de arquitectura, escenarios imponentes, con alta tecnología, vigilados y controlados, a los que asisten entre 50 o 70 mil personas pagando cientos de dólares por una entrada. Son zonas de distensión real y simbólica del poder en la que gracias a la masa sin forma se puede -como solo puede ocurrir allí- expresar afectos y entusiasmo por Irán o Argelia, sin el temor a ser asesinados por drones o espías americanos. Los estadios adelantan tiempos, el de Manaos –Arena Amazonia- es el primero construido en mitad de la selva mas espesa y rica del mundo, apetecida por financistas y mafiosos y por ambos a la vez. El fútbol los traerá de vuelta a implantar bases y trasladar la muerte del desierto al verde amazónico, traen fútbol, después guerra.
Afuera de los estadios la política suma inconformidades con oportunismos. Las calles de Brasil muestran lecturas de la realidad: La del Partido de los Trabajadores que llegó al poder con Lula y tiene al país como sexta potencia económica del mundo y cuya presidenta podrá ser reelegida en octubre; La Socialdemocracia que quiere el poder y aúpa un no al mundial acusando cuantiosas inversiones que alientan movilizaciones con disturbios; Los socialistas que apoyaron al PT que buscan ser gobierno pero no quieren disturbios, su consigna es si al mundial pero no a la FIFA. El gobierno del PT afirma que invirtió en educación 236 veces mas que en estadios y que esperan recibir ingresos por 8 veces mas de lo invertido. La mercancía fútbol la vende la FIFA convertida en un poderoso para-estado privado que cogobierna al mundo. Coca cola, McDonald y otras trasnacionales a su alcance, controlan el mercado informal que por necesidad habían creado los necesitados y que ellas consideraban despreciable y perseguían. En todo caso nada de este debate y enfrentamiento detiene la pasión ni el consumo.
Por fuera de Brasil, en miles de ciudades del mundo el fútbol llena plazas, como lo hace el papa cada domingo para anunciar milagros y beatos. La pasión del fútbol también saca milagros de los pies de los jugadores, gente que dice alentarse, amores que se sellan o se rompen, soldados que desertan de sus filas, enfermos que caminan, maldiciones que se van. Las pantallas públicas complacen a funcionarios de jornada continua, taxistas, vendedores informales, profesionales, desempleados, universitarios, colegiales, turistas, vagabundos y transeúntes de todas las nacionalidades. Por suerte o desgracia la mejor manera de pasar la vida para cientos de millones es dejarse llevar por la multitud alegre y ruidosa que grita, que delira. La pasión se preparó, se adecuaron lugares, bares, tiendas, calles, plazas, salas. Se acomodaron horarios, vestuarios, comidas. La pantalla traslada modos de vida, costumbres y necesidades de una clase social a otra al ritmo de una globalización que se muestra natural, seductora. Todo lo imaginable ocurre gracias a un juego de pelota que mueve pasiones para acumular millones.
Como en un mercado de bienes los jugadores tienen precios que suben y bajan en un parpadeo, en una patada. Messi llegó costando 137 millones de Euros, Cristiano Ronaldo 105 y Neymar 87. En una hora ganan lo que cuesta un plan de sanidad para millones de enfermos o miles de becas para estudiantes universitarios. Los resultados hablan por países y geopolíticas, llevan supersticiones, producen afectos y rabias. Los racistas sufren los triunfos Africanos, los homofóbicos los besos y cariños entre jugadores, los dueños sudan e infartan si su jugador falla y la bolsa se deprime, los gobernantes preparan alocuciones, los generales revisan estrategias para eliminar a sus contrarios en cambio de vencerlos. La pasión por el fútbol mercancía exalta un patriotismo que se traduce en ganancias para los financistas. Los pobres del mundo se divierten, festejan y al ritmo de solidaridades y pasión aceleran la fluidez del mercado en todos sus flancos aunque haya que vender un poco de sangre, un riñón o alquilar su cuarto para comprar un televisor. En Colombia para las mayorías la pasión es euforia, color, banderas, cantos, abrazos y gritos incontenibles. Otros pocos siguen la estética mafiosa y camorrera de la patria dividida por el régimen del odio, celebran con estridencia, a balazos y actuaciones de venganza e irrespeto contra el otro sea hincha o adversario, si el equipo gana celebran inclusive hasta matar o morir, si pierde también. Comentaristas irresponsables exaltan a esta especie vengativa con: somos verracos, únicos, invencibles, matadores, machos, los que no se humillan ni perdonan, los asesinos del balón…. Viene ahora la pasión por la paz, la que no es mercancía ni negocio, trae con pueblo pero no trae milagros, odios, ni comentaristas.
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