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Cuando leí por primera vez esta supuesta confesión de Picasso, me sorprendió que siendo un texto de 1963, no haya sido incluida en los numerosos ensayos que he leído sobre el pintor malagueño.
Pero bueno, no lo conozco todo. Se me habrá pasado, pensé.
Me parecía interesante y pensaba incluirla en mi próximo libro. Me pongo, pues, a buscar la pretendida fuente, la revista francesa:L´Association Populaire des Amis des Musées, “Le Musée vivant” nº 17-18 del año 1963.
Me meto en el catálogo de la Biblioteca Nacional de Francia. Y nada. Sale, sí, la revista, pero ninguna amarga confesión del español. Pienso: será que no sé buscar.
Pero es que ¡ nadie en el mundo intelectual francés, tan quisquilloso, había comentado nada sobre esta llamativa confesión! Sin embargo, si buscas en español, salen decenas de artículos dando por cierta la confesión y acusando a Picasso de ser un traidor. Nadie se ha molestado en verificar la fuente.
Sigo investigando y me pongo a buscar en inglés: inmediatamente sale que esta confesión fue una creación literaria del genial escritor italiano Giovanni Papinim en su libro titulado "Il libro nero", de 1951, donde también inventa entrevistas con Stendahl y Kafka....así lo rectifica Simon Wilson,
Así que ya saben, Señoras y Señores, cuando quieran hacer correr un bulo, se inventan lo que quieran, lo atribuyen a una revista existente pero inencontrable, y listo. Todo el mundo hará copypaste y repetirá como loros la mentira inventada.
El que se inventó lo de la Revista francesa, como fuente indiscutida aunque inexistente, se debe estar partiendo de risa.
Os dejo con la supuesta entrevista para que lo podáis leer a gusto, ahora, sabiendo que es una invención literaria de nuestro querido Giovanni Papini.
Ojito, pues, con las citas de Internet.
Que este mundo también está lleno de gente malvada.
Muchos de entre nosotros siguen siendo artistas y ocupándose del arte por unas razones que tienen muy poco que ver con el verdadero arte, sino por espíritu de imitación, por nostalgia de la tradición, por inercia, por el gusto de la ostentación, del lujo, de la curiosidad intelectual, por moda o por cálculo. Viven todavía por costumbre y por esnobismo, en un reciente pasado, pero la gran mayoría de ellos, en todos los medios, no tienen ya una pasión sincera por el arte, al cual consideran, todo lo más, como una diversión, un ocio y ornamento.
Las nuevas generaciones, amantes de la mecánica y del deporte, más sinceras, más cínicas y brutales, irán dejando el arte, poco a poco, relegado a los museos y las bibliotecas, como una incomprensible e inútil reliquia del pasado. En el momento en que el arte ya no es alimento de los mejores, el artista puede exteriorizar su talento en toda clase de tentativas de nuevas fórmulas, en todos los caprichos y fantasías, en todos los expedientes de la charlatanería intelectual. El pueblo ya no busca ni consuelo ni exaltación en las artes. Y los refinados, los ricos, los ociosos, los destiladores de quintaesencias, buscan lo nuevo, lo extraordinario, lo original, lo extravagante, lo escandaloso. Por mi parte, desde el “cubismo” y más lejos aún, he contentado a esos señores y a esos críticos con las múltiples extravagancias que me han venido a la cabeza, y cuanto menos las han comprendido, más las han admirado. A fuerza de divertirme con todos esos juegos, con todas esas paparruchas, esos rompecabezas, acertijos y arabescos, me hice célebre rápidamente. Y la celebridad significa para un pintor: ventas, ganancias, fortuna, riqueza.
En la actualidad, como sabéis, soy célebre y muy rico. Pero cuando estoy a solas conmigo mismo, no tengo el valor de considerarme artista en el sentido grande y antiguo de la palabra.
Ha habido grandes pintores como Giotto, Tiziano, Rembrandt y Goya. Yo no soy más que un bufón público que ha comprendido su tiempo. La mía es una amarga confesión, más dolorosa de lo que pueda parecer, pero que tiene el mérito de ser sincera”.
Pablo Picasso, 1963
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