http://www.informationclearinghouse.info/article32743.htm
Por: Washington's Blog
No se necesitaban armas atómicas para
terminar la guerra o salvar vidas
Como a todos los
estadounidenses, me enseñaron que EE.UU. lanzó bombas nucleares sobre Hiroshima
y Nagasaki para terminar la Segunda Guerra Mundial y salvar vidas
estadounidenses y japonesas.
Sin embargo, la
mayoría de los altos oficiales militares estadounidenses de la época dijeron
otra cosa.
El grupo de
Estudio de Bombardeo Estratégico de EE.UU., asignado por el presidente Truman
para estudiar los ataques aéreos contra Japón, produjo un informe en julio que
concluyó (52-56):
Sobre la base de
una detallada investigación de todos los hechos y con el apoyo del testimonio
de los dirigentes japoneses involucrados, el Estudio opina que Japón se habría
rendido ciertamente antes del 31 de diciembre de 1945 y con toda probabilidad
antes del 1 de noviembre de 1945 incluso si las bombas atómicas no se hubieran
lanzado, incluso si Rusia no hubiera entrado a la guerra, e incluso si no se
hubiera planificado o contemplado ninguna invasión.
El general (y
después presidente) Dwight Eisenhower -entonces comandante supremo de todas las
Fuerzas Aliadas, y el oficial que creó la mayor parte de los planes militares
de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial para Europa y Japón– dijo:
Los japoneses
estaban dispuestos a rendirse y no era necesario atacarlos con esa cosa
horrible.
Newsweek , 11/11/63, Ike on Ike
Eisenhower también señaló (pg. 380)
En [julio de]
1945… el secretario de Guerra Stimson, en visita a mi oficina central en
Alemania, me informó de que nuestro gobierno se preparaba para lanzar una bomba
atómica sobre Japón. Yo era uno de los que pensaban que había una serie de
razones convincentes para cuestionar la inteligencia de un acto semejante… el
secretario, después de darme la noticia del exitoso ensayo de la bomba en Nuevo
México, y del plan de utilizarla, me pidió mi reacción, esperando al parecer
una enérgica aprobación.
Durante su
relato de los hechos relevantes, había sido consciente de un sentimiento de
depresión y por lo tanto le expresé mis graves aprensiones, primero sobre la
base de mi creencia en que Japón ya estaba derrotado y que el lanzamiento de la
bomba era totalmente innecesario, y en segundo lugar porque pensaba que nuestro
país debía evitar horrorizar a la opinión mundial debido al uso de un arma cuyo
empleo, pensaba, ya no era indispensable como medida para salvar vidas
estadounidenses. Pensaba que Japón estaba, en ese mismo momento, buscando
alguna forma de rendirse con la menor pérdida de prestigio. El secretario se
mostró profundamente perturbado por mi actitud…
El almirante
William Leahy –el miembro de más alta graduación de las fuerzas armadas de
EE.UU. desde 1942 hasta su retiro en 1949, quien fue el primer jefe de facto
del Estado Mayor Conjunto y que estaba al centro de todas las principales
decisiones militares de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial– escribió (pg.
441):
En mi opinión el
uso de esa cruel arma en Hiroshima y Nagasaki no fue una ayuda material en
nuestra guerra contra Japón. Los japoneses ya estaban derrotados y se disponían
a rendirse debido al efectivo bloqueo marítimo y los exitosos bombardeos con
armas convencionales.
Las
posibilidades letales de la guerra atómica en el futuro son aterradoras. Mi
propio sentimiento era que al ser los primeros en utilizarla, habíamos adoptado
un estándar ético común a los bárbaros de la Alta Edad Media. No me enseñaron a
hacer la guerra de esa manera, las guerras no se pueden ganar destruyendo a
mujeres y niños.
El general
Douglas MacArthur estuvo de acuerdo (pg. 65, 70-71):
Los puntos de
vista de MacArthur respecto a la decisión de lanzar la bomba atómica sobre
Hiroshima y Nagasaki fueron totalmente diferentes de lo que supuso el público
en general… Cuando pregunté al general MacArthur sobre la decisión de lanzar la
bomba, me sorprendió escuchar que ni siquiera le habían consultado. ¿Cuál
habría sido su consejo?, le pregunté. Respondió que no veía ninguna
justificación militar para lanzar la bomba. La guerra podría haber terminado
semanas antes, dijo, si EE.UU. hubiera aceptado, como en todo caso lo hizo
posteriormente, que se conservara la institución del emperador.
Además (pg. 512):
La declaración
de Potsdam, en julio, exigió que Japón se rindiera incondicionalmente o se
enfrentaría a ‘una rápida y total destrucción’. MacArthur se escandalizó. Sabía
que los japoneses jamás renunciarían a su emperador y que sin él, en cualquier
caso, sería imposible una transición ordenada a la paz, porque su pueblo no se
sometería jamás a la ocupación aliada a menos que el emperador lo ordenara.
Irónicamente, cuando tuvo lugar la rendición, fue condicional, y la condición
fue la continuación del reino imperial. Si se hubiera seguido el consejo del
general, es posible que el recurso a las armas atómicas en Hiroshima y Nagasaki
hubiera sido innecesario.
Del mismo modo,
el secretario adjunto de Guerra, John McLoy señaló (pg. 500):
Siempre he
pensado que nuestro ultimátum al gobierno japonés emitido desde Potsdam [en
julio de 1945] lo habría aceptado, si nos hubiésemos referido al mantenimiento
del emperador como monarca constitucional y hubiésemos hecho alguna referencia
al acceso razonable a materias primas de futuro gobierno japonés. Por cierto,
creo que incluso en la forma en la que se dio dicho ultimátum había una cierta
disposición por parte de los japoneses a considerarlo de manera favorable.
Cuando terminó la guerra llegué a esta conclusión después de hablar con una
serie de funcionarios japoneses que habían estado íntimamente asociados con la
decisión del gobierno japonés de entonces de rechazar el ultimátum tal como se
presentó. Creo que perdimos la oportunidad de lograr una rendición japonesa, completamente
satisfactoria para nosotros, sin necesidad de lanzar las bombas.
El subsecretario
de la Armada, Ralph Bird, dijo:
Pienso que los
japoneses querían la paz y ya habían contactado a los rusos y creo que a los
suizos. Y esa sugerencia de [dar] una advertencia [de la bomba atómica] fue una
propuesta que les habría permitido salvar las apariencias y la habrían aceptado
de buena gana.
***
A mi juicio, la
guerra japonesa ya estaba ganada antes de que utilizásemos la bomba atómica.
Por lo tanto, no habría sido necesario que reveláramos nuestra posición nuclear
y estimular a los rusos a desarrollar lo mismo mucho más rápido de lo que lo
hubieran hecho si no hubiésemos lanzado la bomba.
War Was Really Won Before We Used
A-Bomb, U.S. News and World Report, 15/8/60, pg. 73-75.
También señaló
(pg. 144-145, 324):
Me pareció que
los japoneses estaban cada vez más débiles. Rodeados por la armada, no podían
recibir ninguna importación ni podían exportar nada. Naturalmente, a medida que
pasaba el tiempo y la guerra se desarrollaba a nuestro favor era bastante
lógico esperar que con el tipo adecuado de advertencia los japoneses estuvieran
en una posición para hacer la paz, lo que habría hecho que fuera innecesario
lanzarla bomba y tuviésemos que hacer que participara Rusia.
El general
Curtis LeMay, el duro “halcón” de la Fuerza Aérea del Ejército, declaró
públicamente poco antes del lanzamiento de las bombas nucleares sobre Japón:
La guerra habría
terminado en dos semanas… La bomba atómica no tuvo absolutamente nada que ver
con el fin de la guerra.
El
vicepresidente del Estudio de Bombardeo de EE.UU., Paul Nitze, escribió (pg.
36-37, 44-45):
Llegué a la
conclusión de que incluso sin la bomba atómica, era probable que Japón se
rindiera en cosa de meses. Mi propio punto de vista era que Japón capitularía
en noviembre de 1945.
***
Incluso sin los
ataques a Hiroshima y Nagasaki parecía muy poco probable, en vista de lo que
establecimos que era el estado de ánimo del gobierno japonés, que fuera
necesaria una invasión estadounidense de las islas [programada para el 1 de
noviembre de 1945].
El director
adjunto de la Oficina de Inteligencia Naval, Ellis Zacharias, escribió:
Precisamente
cuando los japoneses estaban dispuestos a capitular, seguimos adelante e introdujimos
en el mundo el arma más devastadora que había visto, y en efecto dimos el visto
bueno a Rusia para que se extendiera sobre Asia Oriental.
Washington
decidió que Japón había tenido su oportunidad y que era hora de utilizar la
bomba atómica.
Sugiero que fue
la decisión equivocada. Fue un error por motivos estratégicos. Y fue un error
por motivos humanitarios.
Ellis Zacharias,
How We Bungled the Japanese Surrender, Look, 6/6/50, pg. 19-21.
El brigadier
General Carter Clarke –el oficial de inteligencia militar a cargo de preparar
los resúmenes de los cables japoneses interceptados para el presidente Truman y
sus consejeros– dijo: (pg. 359):
Cuando no
necesitábamos hacerlo, y sabíamos que no necesitábamos hacerlo y ellos sabían
que no necesitábamos hacerlo, los utilizamos como un experimento para dos
bombas atómicas.
Muchos otros
altos oficiales militares estuvieron de acuerdo. Por ejemplo:
El comandante en
jefe de la Armada de EE.UU. y jefe de Operaciones Navales, Ernest J. King,
declaró que el bloqueo naval y el bombardeo anterior en Japón en marzo de 1945,
habían incapacitado a los japoneses y que el uso de la bomba atómica fue
innecesario e inmoral. También, se informó de que el almirante de la Flota
Chester W. Nimitz dijo en una conferencia de prensa el 22 de septiembre de 1945
que “el almirante aprovechó la oportunidad para sumar su voz a las de los que
insistían en que Japón estaba derrotado antes del bombardeo atómico y del
ingreso de Rusia a la guerra”. En un discurso subsiguiente en el Monumento
Washington el 5 de octubre de 1945, el almirante Nimitz declaró: “Los
japoneses, de hecho, habían pedido la paz antes de que se anunciara al mundo la
era atómica con la destrucción de Hiroshima y antes de la entrada de Rusia a la
guerra”. También se supo que el 20 de julio de 1945, o cerca de esa fecha, el
general Eisenhower había instado a Truman, en una visita personal, a que no
utilizara la bomba atómica. La evaluación de Eisenhower era que “No era
necesario atacarlos con esa cosa espantosa… utilizar la bomba atómica para
matar y aterrorizar a civiles, sin intentar siquiera [negociaciones] fue un
doble crimen”. Eisenhower también declaró que no era necesario que Truman
“sucumbiera” ante el [ínfimo puñado de personas que presionaban al presidente
para que lanzara bombas atómicas en Japón].
Los oficiales
británicos pensaban lo mismo. Por ejemplo Sir Hastings Ismay, general y jefe de
Estado Mayor del ministerio británico de Defensa, dijo al primer ministro
Churchill que “si Rusia entrara a la guerra contra Japón, los japoneses
probablemente desearían salir bajo casi cualquier condición que no sea el
destronamiento del emperador”.
Al oír que la
prueba atómica fue exitosa, la reacción privada de Ismay fue de “repulsión”
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