A LA DIESTRA DE SIÓN
Ferran C. Vidal
Del proislamismo a la islamofobia (2)
Nuestro interés, que no obvia las discrepancias y pormenores históricos ocurridos entre tales alianzas y la situación de guerra, es poner de manifiesto la misma cosmovisión y altos valores por los que lucharon los fascismos europeos y los pueblos islámicos. Una guerra librada contra el materialismo de la democracia liberal y sus Acuerdos Sykes-Picot sellados en favor de Francia e Inglaterra para repartirse Oriente Medio, así como la sionista Declaración Balfour, tratados que acarrearon la creación de nuevos países y nuevos nacionalismos, problemas aún sin solución de continuidad. Hemos oído a dichos nacionalsocialistas de vanguardia justificar su inquina antislámica alegando que la situación actual no es comparable con la de la Alemania de esa época y que tales alianzas del Reich con los pueblos musulmanes fueron meramente ''tácticas''. No salimos del asombro de este aserto que es perfectamente opuesto a lo que acabamos de exponer. Este plúmbeo y romo análisis de convención histórica nos recuerda demasiado al modo de investigación que realizan los sabios modernos e historiadores de la actualidad. Parte de un punto de vista científico antropocéntrico o centrado en el hombre, sin ningún entendimiento sagrado ni principios metafísicos, para llegar a una comprensión de los acontecimientos y su devenir que no trasciende a las constricciones de un tiempo y lugar específico, de aquello anterior y superior a lo visible y temporal. Entendemos en cuanto a lo referido, que dichos congregantes sólo conciban las cruzadas como una lucha racial, cuando fueron de naturaleza y orden muy distinto. Vemos en ello el paradigma de un materialismo biológico que
obnubila enteramente cualquier comprensión que difiera de este análisis. Y antes de apreciar en él cierto rigor, se nos antoja una falsa coartada, pues sorprende la ligereza con la que estos grupos confunden la raza con la religión, la Umma con la cultura árabe o la inmigración con la islamización. Evola nos ayuda a instruir una mayor comprensión sobre esta controversia histórica de cristianos contra musulmanes:
obnubila enteramente cualquier comprensión que difiera de este análisis. Y antes de apreciar en él cierto rigor, se nos antoja una falsa coartada, pues sorprende la ligereza con la que estos grupos confunden la raza con la religión, la Umma con la cultura árabe o la inmigración con la islamización. Evola nos ayuda a instruir una mayor comprensión sobre esta controversia histórica de cristianos contra musulmanes:
«Las cruzadas, donde los Templarios y, de manera general, la caballería gibelina jugaron un papel fundamental, crearon a pesar de todo, a diversos efectos, un puente supratradicional entre Oriente y Occidente. La caballería cruzada terminó por encontrarse ante una réplica de sí misma, es decir, de guerreros con la misma ética, las mismas costumbres caballerescas, los mismos ideales de una "guerra santa", además de referencias esotéricas similares». Julius Evola
Tampoco reconocemos que dichos prosélitos atinen a dar cuenta que la dinastía gibelina de los Hohenstaufen, a quien Nietzsche consideraba «el primer europeo a mi gusto», admirara la cultura islámica y se aliara con los sultanes de Egipto y Túnez para recuperar Jerusalén. El hecho de que muchos visigodos españoles cambiaran su religión arriana por la musulmana, así como también hicieron otros tantos cristianos hispanorromanos. La aproximación devota de Alfonso X al mundo musulmán, las numerosas obras islámicas que mandó copiar y traducir, y sus alianzas y amistades personales con el Emir Muhammad II de Granada. Las gestas de los antiguos guerreros de Arabia que leía el Cid, quedando fascinado con el personaje de Al-Muhallab. El interés de Baltasar Gracián y Dante Alighieri por la sabiduría islámica, de la que adoptaron muchos de sus pilares principales a su pensamiento. Goethe, de quien sabemos goza de muy alta estima en estos círculos, fue también un sincero seguidor del Islam hasta el fin de sus días. Estudió lengua y literatura árabe, de la cual testificaba:
«En ningún otro idioma el espíritu y la letra están plasmados de una forma tan primordial».
En la obra 'El Diván' pueden leerse sus más profundas convicciones por la religión islámica: «No desmiento las sospechas que yo mismo sea un musulmán. […] Es estúpido que todo el mundo esté alabando su opinión particular. Si el Islam significa sumisión a Dios, todos vivimos y morimos como musulmanes. […] El rosario de cuentas musulmán, por medio del cual Allah es glorificado por sus 99 Atributos, es una letanía de alabanzas. La afirmación de estos Atributos aproxima al Ser (Wesen) inabarcable. […] No puedo decir más que esto: trato de permanecer el Islam». Llegada su edad anciana confiesa en el mismo libro: «Intento celebrar respetuosamente esa noche –La noche del Destino (Lailat ul Qadr)- en la que se reveló el Corán al Profeta desde lo Alto». En cuanto al propio Corán, decretaba sobre éste: «Cualquiera podría maravillarse por la gran eficiencia del Corán. Por este motivo ha sido declarado como ''increado'' por sus reales admiradores (los musulmanes) […] ¿Es el Corán eterno? No lo dudo, es el libro de los libros, lo creo más allá del deber de los musulmanes (de creerlo así). […] El Corán continuará siendo altamente efectivo para toda la eternidad. […] Mahoma es un profeta y no un poeta y, por lo tanto, su Corán tiene que ser visto como una ley divina y no como un libro humano escrito para la educación o el entretenimiento».
Sin abandonar el hilo del episodio histórico llamado Reconquista, queremos advertir que incluso desde un plano netamente biológico, difícilmente pudo ser una guerra racial, en tanto el contingente musulmán que llegó a la península ibérica, a excepción de su séquito de esclavos, estaba compuesto por bereberes y sirios racialmente indoeuropeos. Mauritania era en aquellos momentos una tierra habitada mayormente por vándalos convertidos al Islam. Es un hecho fehaciente, tanto en las fuentes contemporáneas de su tiempo, como por numerosos historiadores, el origen racial indoeuropeo de los musulmanes que penetraron en Europa, siendo éste palmario en su casta gobernante. La estirpe aria de los moriscos también está históricamente corroborada, pues este término, igual que el de sarraceno, atribuía a la filiación religiosa y no a la raza. Tanto es así, que hasta H.F.K. Günther, venerado por sus afectos como el más prestigioso antropólogo del NSDAP, avala este dato en un ensayo sobre los asiáticos de ascendencia aria. Günther afirma, no sólo el linaje ario de los primeros aristócratas musulmanes, sino también el de la propia Aisha, la esposa del fundador del Islam, a quien describe como «mujer aria de rubios cabellos», e incluso especula con la arianidad del profeta Mahoma, quien se definía a sí mismo como «hombre pelirrojo». Los enumerados a continuación han sido gobernantes musulmanes de probada ascendencia racial indoeuropea: Califa Alí, fundador de la rama chiita; Abderramán, Emir fundador de Córdoba; Mohamed I, Sultán del Reino de Granada; Boabdil, Sultán del Reino de Granada; Saladino, Sultán fundador de la dinastía ayyubí de Egipto y Siria; Al-Nasir al-Hasan, Sultán de Egipto de la dinastía túrquica de los mamelucos bahri; Al-Zahir Barquq, Sultán de la dinastía circasiana mameluca de los burji; Al-Nasir Faraj y Al-Mansur Qalaun, Sultanes de la dinastía bahri; Osmán I, Bey de los Sogut; Orhan y Mehmed II, Sultanes otomanos; los hermanos Aruj y Khair al-Din Barbarroja, corsarios otomanos del norte de África.
En el siguiente enlace aparecen representados cada uno de los sultanes otomanos con claros y apreciables rasgos indoeuropeos:
http://almashriq.hiof.no/turkey/900/950/956/sultans/thumbnails.html
Y más recientemente a nuestro tiempo, podría también mencionarse, por su notable arianidad: Abd-al Qadir al-Jaza'iri, Emir de Argelia; Mustafa Kemal Ataturk, fundador de Turquía; Basha Al-Atrash, Sultán de Siria; Nuri-es-Said, primer ministro irakí; Muhammad Ayub Khan, presidente de Irán.
Aunque no es una labor liviana estimar la cantidad de inmigrantes y europeos musulmanes que hay en este continente, dado que hace tiempo los recuentos religiosos no tienen en cuenta la etnia o raza del individuo, el siguiente enlace hace un escrutinio bastante aproximado que determina que la mayoría de musulmanes de Europa son de raza autóctona.
http://euroheritage.net/islampopulation.jpg (Mapa de la población islámica en Europa con su identificación racial)
Tampoco entendemos la ojeriza que despiertan dichos integrantes contra los talibán y su régimen sunní, sabiendo que este pueblo es étnicamente de mayoría pashtún. Ni su obsesión con el velo y el burka, éste último anterior a la religión islámica, cuyos registros remontan a la época aqueménida, siendo una prenda hoy día llevada esencialmente por mujeres pashtún. Es la denuncia inversa la que juzgamos legítima, pues somos contrarios a que las mujeres musulmanas cambien su velo por un tanga y un blue-jeans como cualquier vulgar manceba occidental. Sorprende, no obstante, la amnesia de los citados en tanto al uso del velo por parte de sus ancestros arios. El velo ha tenido en amplia gama de su historia un reconocimiento de casta superior y ha sido conocido entre los persas, griegos, romanos, germanos y habitantes de la península ibérica. En el siguiente fragmento atribuido a Estrabón, hallamos la más probable antigua descripción sobre el uso de los velos en nuestros antepasados europeos: «Las mujeres de Iberia o Hispania traen al cuello unas ajorcas o adornos de hierro, como cuervos, que, subiendo arriba, vuelven sus puntas sobre lo alto de la cabeza y salen algo sobre la frente. Sobre estos cuervos, cuando quieren, cuelgan un velo que tendido les hace sombra y cubre el rostro, y esto les es de gala y adorno». Leemos oportunamente en un párrafo de Tácito otra mención del uso del velo entre las mujeres de clase aristócrata, en el cual señala que «las romanas apenas descubren uno de los ojos entre el velo».
La denuncia colma el ridículo cuando es profesada por hombres que presumiblemente custodian los «valores tradicionales europeos», pues esta prenda sigue vigente y apreciable en los trajes folclóricos de las mujeres europeas, como puede observarse en las fotografías de este enlace: http://euroheritage.net/traditionalcostumes.shtml (Ejemplos de velos y tocados en las vestimentas típicas de herencia europea).
Cuando se pregunta a los adscritos acerca de la problemática o solución sobre la cantidad de europeos convertidos a la religión islámica, tanto más en los Balcanes, y que ascienden a casi 40 millones, obtenemos un silencio complaciente. Si nos ceñimos a la raza aria, la cifra aumenta ostensiblemente, pues habría que sumar a los tuareg, a los tayikos de las tierras afganas y a los pamir y pashtún, a muchos habitantes del pueblo kurdo y, aunque de población numérica mucho más modesta, a los arios de las tierras de Siria, Irak, Turquía, Jordania, Arabia Saudí, Irán, y a gran parte de la comunidad sikh y de Pakistán. Una cifra total difícilmente numerable, pero que buenamente supera otros 40 millones.
Nos parece también curioso que dichos acólitos no consignen el aprecio de movimientos islámicos como Baath, Hezbolá o Kataeb, que defienden la diversidad racial basándose en versos coránicos. Igualmente, nos ha llamado la atención su suma a la denuncia de Kosovo como Serbia, en tanto el nazismo alemán siempre consideró a Kosovo como Albania. En la misma medida, encontramos incomprensible su pasión por los samurais y kamikazes japoneses -una raza realmente extranjera al europeo-, proporcional a una impasible ceguedad para reconocer los mismos valores en los muyahidín, perfectamente análogos, por otro lado, a la mors triunfalis romana o al aidós-timé espartano o al sacrificio heroico de la sangre nórdico-germano. Es percibible, en este caso, como la clasificación racial se torna caprichosa y los valores tradicionales del guerrero, relativos.
Es forzoso no llevarse a ambages y tapujos, y decir que a los nacionalsocialistas modernos les importa un ardite que se ultraje y calumnie el pueblo musulmán. Su falta de amor por la verdad les impide sentir el deber de corresponder el mismo rigor que para sí reclaman. Piden justicia por sus víctimas ideológicas y revisionistas, lamentablemente perseguidas o encarceladas, pero muestran sórdida indiferencia ante aquellos inocentes árabes que sufren el mismo o peor destino. Contrariamente, la Tradición enseña que sólo pueden alcanzar el Septentrión aquellos capaces de restablecer la justicia, siendo verdad y justicia los más altos valores del guerrero. Entendemos ante lo expuesto, que dichos partidarios rechacen inmiscuirse, no sólo con los árabes, sino con nadie más allá de sus discutidas fronteras europeas, mientras Alemania se entregaba a una lucha internacional para liberar los pueblos asiáticos de la India, Malasia, Indochina y Filipinas. Ciertamente, hablar del Islam en este entorno político, fuera de un tono sentencioso y ex negativo, es hoy día una empresa tabuizante.
Dicho divorcio con las formas de justicia lleva implícito que estos grupos se identifiquen antes con los mercenarios que con los guerreros y que, lógicamente, busquen a este tipo de hombre como su líder o soberano, una expresión violenta o belicista que, como bien recuerda Evola, surge paradójicamente en civilizaciones espirituales ginecocráticas. Otra vez hay que reiterar que no constatamos tal concepción en el nacionalsocialismo alemán:
«La fuerza sólo se justifica cuando implica la obligación de servir». Gustav Darré
«En esta lucha la verdad terminará por vencer, y la verdad está con nosotros». Adolf Hitler
«La base elemental de nuestra cosmovisión es que sólo la fuerza es decisiva cuando atañe la Tierra y el Universo». Adolf Hitler
Esta expresión de los mentados es indisociable a la idea evolucionista de la lucha por la supervivencia y su preservación de socialismo biológico, donde se antepone la creencia de vivir para existir, antes que vivir para ser, un pensamiento progresista que tampoco apreciamos en la célebre figura del líder alemán: «Del mismo modo que de acuerdo a la sabiduría inmortal de nuestros ancestros, el mundo debía rejuvenecerse continuamente mediante el derrumbamiento de las edades y el crepúsculo de los dioses, del mismo modo que los solsticios representaban en las mitologías antiguas, el símbolo del ritmo vital, no en línea recta y continua, sino en espiral, así la humanidad avanza a través de una serie de saltos y retrocesos». Adolf Hitler
Pese a que una personalidad tan ligada al mundo de la economía como Gottfried Feder, era capaz de percibir y reprender que «todo esfuerzo que hagamos será nulo sino logramos vencer nuestro espíritu mamonita», o que el propio profesor Hans F.K. Günther sostuviera que «sólo puede hablarse de raza cuando existe una correspondencia interior y exterior del pueblo o individuo», dichos afiliados viven férreos en la idea de que un socialismo biológico resuelve por inercia los problemas y conflictos de una civilización. Es Günther quien de nuevo niega esta certeza: «La biología, en el sentido estricto de ciencia natural, es impotente por sí sola ante el problema de la raza. Únicamente en unión con la totalidad de las ciencias históricas y culturales, puede la biología comprender el problema de la raza y aprovecharlo en la vida práctica. El nacionalsocialismo no pretende en ningún modo, como se le acusa frecuentemente, imponer una interpretación de la vida, y rechaza, sin dudas, el materialismo racial». H. F. K. Günther Baste recurrir a un simple manual de economía como 'La Economía nacionalsocialista' de A. Herman y A. Ritsch para comprobar el descrédito del Reich ante este pensamiento progresista indisoluble del análisis materialista de la historia. Alude el libro en tanto al nacimiento del liberalismo e individualismo de los siglos XVII y XVIII que desaguaron en la cosmovisión del demos: «Estas corrientes se caracterizan por los descubrimientos, el progreso de experimentación en las ciencias naturales; por el relegamiento de la metafísica; el alejamiento de los lazos religiosos; la disolución de los vínculos profesionales que en la edad media ligaban a los hombres; por el espíritu de las luces y por el derecho natural».
«Según el pensamiento materialista, todo ser es materia y la manera de existir de la materia es la contradicción dialéctica. El pensamiento mundial es nada más que el reflejo del mundo material que desdeña plenamente las verdades eternas o absolutas».
Reincide la misma obra frente a la idea de Estado y propiedad de tierra:
«El Estado es la forma de organización nacional, un medio para la afirmación y desarrollo de la unidad del pueblo querida por Dios».
«La tierra no es una mera mercancía ni un simple factor de producción, sino un pedazo del cosmos».
Consideramos importante haber puesto de relieve todos estos hechos y declaraciones, para constatar las notorias diferencias que hay entre los actuales nacionalsocialistas, que sería más apropiado llamarles 'neonazis', y su legítimo precedente alemán del siglo XX. Nuestra intención, lejos de ser una crítica favorable o contraria a una determinada política, pues ello nos parece estéril, es poner de manifiesto que, si bien el nazismo alemán nació unido a los chovinismos nacionalistas y a las formas socializantes y cientifistas propias de su marco temporal, apreciamos también en éste una paulatina disociación de las mismas hacia metas más espirituales y metafísicas. El Reich creó una secreta Orden Negra en Wewelsburg integrada por doce miembros, cifra sagrada y solar de las milicias celestes, siendo el castillo el «centro del nuevo mundo» (Zentrum der neuen Welt) como juzgaba Himmler. Los alemanes desarrollaron la técnica de motores de implosión infundándose en la ciencia sagrada de los Vedas. Degrelle explica que Hitler le confesó sus deseos, una vez terminada la guerra, de dar un nuevo nombre a la capital de Berlín por parecerle «demasiado alemán y de un nacionalismo demasiado particular». El Führer ordenó oficialmente cambiar la designación de 'Tercer Reich' por la simple denominación de 'Reich', mientras manifestaba que «esta no es una guerra entre hombres, sino entre Dioses», o que «la orientación sinistrógira de la esvástica obedece al cambio de rumbo y retorno a Edad Dorada». Todos estos hechos significativos nos merecen una consideración detenida.
Sin embargo, el neonazismo, preocupado hoy día más por actuar en el asfalto que por meditar en las cumbres, ha retrocedido hacia formas del demos, anteriores incluso a las de su genuino homólogo ideológico. La admisión en estos grupos se ha democratizado y no observa las aptitudes y valencias de los individuos. Se acepta de forma masiva a cualquier candidato que cumpla los requisitos de un socialismo biológico, reducido hoy a la mínima expresión de las 14 palabras del americano David Lane. Huelga decir que ninguna verdadera empresa puede triunfar sin buscar la transformación ontológica del hombre. Apreciamos, además, un exceso de pedomanía por el reclutamiento juvenil, donde inevitablemente se pasa más tiempo reformando a dichos jóvenes que formándolos. Ello sigue el patrón de nuestro mundo moderno que, preocupado por las trivialidades y habiendo relegado totalmente los asuntos trascendentes, comporta en su irresponsabilidad y desidia una identificación con las formas del infantilismo y su idolatría.
La desaprensión por el conocimiento, que provoca la inquietud por el hacer antes que por el saber, es la causa del completo dislate de interpretaciones sobre otras religiones, consecuencia de la ignorancia de quien las pregona. El vivir desapegado a las tradiciones y al mundo espiritual ha llevado a que este tipo de hombre de acción política considere su ''religión pagana'', vacía, por lo demás, de su verdadero simbolismo a realidades superiores, como la única legítima, y a menospreciar a otras Tradiciones, especialmente el cristianismo y el Islam, con un odio, a menudo comparable al de las escuelas talmúdicas del judaísmo. Las ordenanzas de Hitler preceptuando que «El NSDAP condena firmemente entrar en confrontaciones de religión» son nuevamente ultrajadas. En tanto al exclusivismo religioso, recordaremos las pontífices palabras de Evola:
«El peligro de un exclusivismo sectario y dogmático puede llegar incluso hasta la reivindicación de una especie de monopolio de la espiritualidad y el desprecio hacia otras religiones Tradicionales injustamente consideradas como inferiores. Todo exclusivismo es inevitablemente inherente a cualquier exoterismo como tal. Debe por tanto condenarse enérgicamente ese exclusivismo que lleva a buen número de acólitos de ciertas religiones a considerar su tradición como la única depositaria de la verdadera y perfecta revelación. No se trata aquí de fe o de incredulidad, sino de conocimiento o ignorancia». Julius Evola
Está latente desconexión con el mundo de lo sacro es responsable y congruente a que estos entusiastas hayan asumido como propio el discurso islamófobo y toda su retahíla de eximias mentiras. Ni siquiera Ernst Zündel, conocido revisionista altamente reivindicado en estos núcleos, que lleva advirtiendo desde 1980 acerca del auge de propaganda negra sobre el Islam en la sociedad y en los medios de comunicación, ha sido tomado en consideración.
Tal actitud y pensamiento militante brinda un sugerente paralelismo más acorde con la imagen deformada del nazismo fabricada por el sistema y la industria de Hollywood, que al de su legado primigenio de épocas pasadas. En conformidad, los argumentos biológicos de dichos incondicionales se nos asemejan más próximos a la burda xenofobia que a fundadas tesis racialistas. Amonesta en desacuerdo a ello, el testimonio simple y lapidario de Degrelle:
«Para Hitler y para todos nosotros, ser racistas no consistía en erguirse contra las demás razas, sino en dar a cada una todas las posibilidades de fortificarse, de engrandecerse y embellecerse, de devolver el arraigo de sus religiones y culturas y reencontrar o exaltar sus características civilizadoras. Nuestro racismo les alentaba con fuerza en este sentido. Con alegría les queríamos ayudar». Léon Degrelle
Regresando a nuestra arena, signamos nuestro apoyo a la integración del mundo árabe e islámico en la importancia de sus Emiratos y en su superior organización imperial de Califato. Rechazamos, sin embargo, las formas democráticas del Islam, que también adolece el cristianismo, el budismo o el taoísmo, por hablar de tradiciones mayoritarias, que derivan raudamente el sentido tradicional de éstas a meras doctrinas dialécticas o ''filosofías''. Tampoco convenimos con ciertas corrientes wahabíes, que según venimos observando actúan de acuerdo a una libre interpretación de las sagradas escrituras del Corán. Aunque no podemos dar un veredicto, dictaminamos, sin duda relevantes que, durante el gobierno de Saddam Hussein, Irak denunciara al wahabismo como un movimiento creado por una secta religiosa judía. Adjuntamos el enlace con el documento oficial del ministerio de defensa irakí:
http://www.fas.org/irp/eprint/iraqi/wahhabi.pdf
La veracidad de este dato nos ayudaría a entender mejor porque algunos wahabíes destruyeron en 1806 la Kaaba, el santuario de La Meca y lugar más sagrado del Islam, así como numerosos manuscritos, libros y obras de arte, entre ellas las estatuas preislámicas de Buda de la ciudad de Bamiyan, o por qué la Academia Islámica Saudí (AIS) tiene su sede en Washington D.C. y las instituciones saudíes académicas de mayor prestigio se encuentran en EEUU, supuesto símbolo del mal para el wahabismo. No obstante no ignoramos que muchos wahabíes están luchando en honorable guerra santa, no queremos desatender que sus líneas estén libres de técnicas de infiltración, como por ejemplo sucede en grupos como Hamas o Al-Fatah, o cadenas televisivas como Al-Jazeera y Al-Arabiya, organizaciones y medios de comunicación controlados por el sionismo.
Por el presente, y cerrando este apartado, manifestamos nuestra contrariedad a cualquier injerencia con el mundo islámico. Nos oponemos, tanto a la «alianza de civilizaciones» que predica la izquierda, como al «choque de civilizaciones», profetizado por el teórico judío Huntington, que anhela la derecha, pues ambas ideas, distintas sólo en apariencia, buscan la desislamización del Islam para su consecuente democratización e inserción de economía de mercado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario