Busca en Nuestros Archivos

Busca en Nuestro Blog

Translate / Traducir

30 agosto, 2013

Ay, el #Chucho… #Ritual #Fútbol


Carol Murillo Ruiz
@carolgrillito
http://lamalaconcienciadecarolmurillo.blogspot.com

Me he preguntado todos estos días por qué el ritual de la muerte del Chucho Benítez tuvo tanta resonancia al nivel local y mundial; por qué la noticia recorrió el camino de la pólvora y se convirtió en una especie de explosión que alumbró, durante casi una semana, los claroscuros de una actividad –el fútbol profesional- que el oasis del capitalismo más depredador delimita: cada jugador tiene poco tiempo para ser adecuadamente explotado. Y cómo, asimismo, si ese futbolista cumple todas las reglas –dentro y fuera de la cancha- puede llegar a parecerse a esa mercancía del pasado y del presente llamada Pelé.

Resulta que el Chucho muy pronto dejó de ser un jugador local y pasó, con méritos, a formar parte de esa red de futbolistas que alcanza los estándares internacionales del mercado del balompié; y si a eso sumamos las múltiples biografías del bien que empezaron a llenar los espacios de los mass media, pues tenemos a un héroe contemporáneo, es decir, aquel que, saliendo de la nada, de la exclusión, del abandono, de la penuria material, se yergue sobre el mundo para redimir su pasado pero sin renegar de él. Porque, además, dentro de esa biografía del bien -trazada con esmerada procedencia cristiana- se destaca que la obra social del Chucho era una prueba de altruismo que le permitía volver a sus orígenes y nunca doblegarse a la ambición de la plata ganada en los partidos.
Y justo en esto pensaba cuando me asaltaron nuevas preguntas: ¿está bien que un jugador gane sumas astronómicas de dinero por dominar una pelota con maestría y belleza?; ¿está bien que en los circuitos del capitalismo moderno se hayan creado actividades que separan la virtud de jugar como dioses de otras tareas que requieren (de sus hacedores cotidianos) “habilidades menores” o en directa relación con el arte, el conocimiento, el oficio, la ciencia, la profesión liberal o la faena doméstica?; ¿está bien que nos rindamos extasiados al producto de una operación financiera y cultural, calculada tan al detalle que encandila sin tregua –incluso en el ceremonial de la muerte- gracias a los reflectores mediáticos?; ¿está bien que adoremos al niño pobre/hombre rico que no se desvía ni se enceguece con el éxito y que, ¿despojado de las vanidades del sistema?, toma la disciplina como opción liberadora en un ámbito de imparable y feroz competencia?; en fin: ¿está bien que asumamos, además, que el efectismo mediático de hoy, sin asomo de crítica, perfecciona y recrea la construcción de las identidades de sociedades carentes de figuras que no contrastan (iluminando) su origen y su destino?; ¿no nos habremos sometido ya, sin querer queriendo, al precio de todo y al valor de nada como decía Wilde?; ¿no estaremos sacramentando las oportunidades que el buen capitalismo ofrece a todos y, nosotros, tan débiles y tan descuidados, no las apreciamos?
Es posible que el hecho de que Cristian Benítez viniera de una provincia ecuatoriana preterida, y que su color de piel nos recordara las afrentas de la historia, fueran las razones por las que nos rendimos a su ejemplo y, también, al dolor de su muerte.
Sin embargo, si no tuviéramos televisión, ni radios, ni papeles impresos, ni biografías del bien, y solo contáramos con canchas de tierra, patios de chozas rurales, estadios de pueblo, estadios de capitales y puertos, calles sin pavimento para pelotear, y allí estuviera, otra vez, el Chucho, sin luces, sin fotógrafos que se roban su alma de muerto ya plantado en el ataúd, sin hinchas que putean al negro porque se le escapó un gol, sin la epidemia de la multitud que ama y odia al mismo tiempo y en el mismo lugar, sin barras que gritan rabiosas su malquerencia, quizás entonces, sin tanto ritual mortecino, la partida de un hombre como el Chucho recobraría -con justicia- la grandeza de su origen… y no solo –una vez muerto- repulsivos golpes de pecho en los viudos del mercado y en la dúctil clientela futbolera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario